Mi madre no tenía derecho a voto
Por Manuel Gross Osses
Tampoco tenía derecho a voto nuestra inmortal Gabriela Mistral cuando recibió su Premio Nobel 1945 de parte del Rey de Suecia. Esta chilena no podía votar ni siquiera en las elecciones municipales, porque para hacerlo, según la democracia oligárquica de aquellos años, las electoras mayores de 25 años tenían que ser propietarias de un bien raíz.
Por eso mi madre no tenía derecho a voto cuando yo nací, igual que la casi totalidad de las mujeres de Chile, y tuvo que esperar hasta 1952 para tener la posibilidad de participar en una elección. Pero todavía estas elecciones eran “democráticas” sólo para algunos.
Recordemos que en aquellas épocas reinaba el cohecho desembozado, permitido por situaciones que hoy nos parecerían ridículas e inaceptables, como que los Registros Electorales estaban a cargo de los Alcaldes y de los “mayores contribuyentes de la comuna” y que los mismos partidos políticos tenían la misión de imprimir y distribuir las cédulas electorales.
Después de la Segunda Guerra Mundial, con la derrota de los fascismos y nazismos, el impulso de las organizaciones progresistas y de los movimientos populares en todo el mundo logró la implantación del sufragio democrático y la consiguiente participación masiva en los procesos electorales.
En Chile, solamente en 1958, hace apenas 46 años, se adopta el sistema de cédula única, con votos impresos por el estado y con procedimientos electorales que aseguran la inviolabilidad del secreto del sufragio, lo que de alguna manera dificultó la práctica del cohecho pero que no la eliminó del todo.
Sabemos que ciertos sectores de la oligarquía política, todavía hoy en el 2004, sienten que tienen el derecho adquirido de comprar las conciencias de los electores más humildes aturdiéndolos y engañándolos con una publicidad apabullante y mentirosa y entregándoles víveres y otras mercancías a cambios de un voto que es esencialmente ilegítimo, pero que les permite seguir usufructuando del poder.
El camino hacia una mejor democracia es largo y se pone a prueba en cada elección. Todavía hay millones de jóvenes que no votan porque se sienten excluidos del progreso social. Pero en general el pueblo está cada día más maduro y responsable y ya sabe identificar a los representantes que impulsarán el desarrollo y el progreso de todos.
Por eso, para seguir aplastando el oscuro pasado y pese a sus 80 años, mi madre irá a votar el próximo domingo 31.
Villarrica, 30 de octubre de 2004