2018-08-07

Comunicación: Paradigmas, disonancias cognitivas y cómo superarlas.

Paradigmas y disonancia cognitiva en la comunicación. 

Por Juan Carlos Jiménez. 

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Comunicación: Paradigmas, disonancias cognitivas y cómo superarlas

Comprender en qué consiste la disonancia cognitiva nos puede ayudar a tener mejores estrategias de comunicación para conectarnos emocionalmente mejor con las personas que nos interesan.


El concepto de disonancia cognitiva también nos permite entender con sencillez muchas de las contradicciones del comportamiento humano en la vida cotidiana.

La disonancia cognitiva plantea que las personas necesitamos aferrarnos a nuestras creencias (valores, paradigmas), a pesar de que sean incompatibles entre sí. Por lo tanto, usamos argumentos sesgados para justificar nuestra postura en un momento determinado.

Por ejemplo, si una persona cree fanáticamente que le van a curar el cáncer con medicinas caseras, y ve que otra gente muere usando la misma “técnica”, el efecto de la disonancia cognitiva hace que esa persona diga, por ejemplo, que “las que mueren tienen un cáncer diferente”, o que “no han seguido bien la receta”.

Algo similar ocurre cuando una persona asume una posición en una discusión. Esa persona está obligada a dar los argumentos que justifiquen su punto de vista. Pero si no tiene los argumentos, tendría que reconocer que la validez de otra opinión contraria.

Justo en este momento aparece la disonancia cognitiva, y le impide admitir eso. En consecuencia, esa persona termina por argumentar elucubraciones sin base.

Disonancia cognitiva: parte de la naturaleza de nuestro cerebro


Existe una disonancia cognitiva cuando una persona sostiene dos creencias que se contradicen entre sí, pero que el cerebro armoniza por medio de una tercera creencia sin fundamento.

Por ejemplo, ¿por qué una persona fuma si sabe que fumar da cáncer de pulmón y mil cosas más?…

Si le haces esta pregunta a un fumador insaciable, no te sorprenderá que te responda cosas como: “fumo menos que fulano y a él no le ha dado cáncer todavía”; o “mi tío fumaba desde los 15 años y murió a los 85 y no fue por el cigarro”.

Es decir, los seres humanos tenemos una inclinación natural a tratar de “armonizar” nuestras creencias, para que sean consistentes entre sí, lo que nos permite sentirnos coherentes.

En otras palabras, nuestros paradigmas nos hacen buscar (de manera inconsciente) hipótesis simples que refuercen nuestras creencias y conductas, en vez de mejorarlas.

Es decir, producimos elucubraciones ilógicas si necesitamos salvar una creencia que sea contradictoria con otra. Es algo que hacemos todos, en una u otra medida, inconscientemente, sin darnos cuenta, todos los días.

Esta disonancia es un sesgo cognitivo, inherente al cerebro humano. Así funcionamos: muchas veces nos aferramos a ciertas creencias, sin necesidad de “lógica”.

Consecuencias de la disonancia cognitiva


Los paradigmas nos hacen pasar, con mucha rapidez, de hipótesis a convicciones y valores, especialmente cuando nuestras creencias están muy arraigadas.

Pero es muy importante entender cuál es el origen y las consecuencias de la disonancia cognitiva, para poder identificarla correctamente cuando estamos frente a una. A veces tenemos creencias incorrectas, pero que no son una disonancia cognitiva.

Por ejemplo, por mucho tiempo en la secundaria creí que no era bueno para las matemáticas. Además, lo podía “justificar”, culpando al profesor por sus deficiencias didácticas o al hecho de que la mayoría de mi clase tampoco obtenía buenas calificaciones. En consecuencia, dejaba de esmerarme en estudiar más, porque no le veía sentido a un esfuerzo extra.

Sin embargo, algunos de mis compañeros, que eran fanáticos de las matemáticas, amablemente me hicieron ver que podía ser una materia entretenida y que yo tenía el potencial necesario para afrontarla con éxito.

Así fue fácil para mi cambiar de creencia. Pero si me hubieran descalificado por ser “tan bruto”, o me hubieran criticado por holgazán para estudiar, seguramente me habría atrincherado para defender mi postura inicial.

La disonancia cognitiva surge cuando necesitamos, por alguna razón, mantener y salvar una creencia. En consecuencia, nos cerramos y defendemos nuestra creencia a capa y espada.

En consecuencia, mientras mayor sea nuestra necesidad de salvar nuestra creencia, más difícil será que cedamos a argumentos que nos hagan sentir equivocados, incoherentes o ridiculizados.

La breve fábula de La zorra y las uvas es un buen ejemplo de esto:

Una hambrienta zorra ve un racimo de uvas e intenta alcanzarlo. Hace varios y diversos esfuerzos, pero no lo logra. Las uvas estaban demasiado altas. La zorra se cansó de saltar y se rindió. Alejándose de las uvas, la zorra notó que un pájaro la había observado y se sintió avergonzada. Creyendo que había hecho el ridículo intentando alcanzar las uvas, la zorra le dijo al pájaro: “Habría alcanzado las uvas si estuvieran maduras.”

¿Qué podemos hacer para comunicarnos mejor frente a una disonancia cognitiva?


Hay muchos estudios de psicología al respecto, pero los siguientes aspectos son fundamentales para que tu comunicación no sea contraproducente frente a una disonancia cognitiva:

1. No humilles a la otra persona. No la hagas sentir menospreciada.


No la ridiculices. No la ofendas. No la subestimes. Se extremadamente cuidadoso con el lenguaje que utilices.

Recuerda que las disonancias cognitivas son inherentes al cerebro humano. Todos las tenemos. No se trata de caprichos irracionales, sino que es la manera en la que funciona nuestra mente. Por más absurdo que nos parezca el argumento que origina la disonancia, debemos transmitir respeto absoluto.

Adicionalmente, cuando nos ofenden en una discusión, llevamos el debate al plano personal, multiplicamos nuestros argumentos para defender nuestra dignidad y nos salimos del tema inicial. En otras palabras, ante una humillación, respondemos aumentando el nivel de la disonancia cognitiva.

2. Enfócate en las evidencias y en la raíz del asunto que quieres abordar.


En lugar de humillar y atacar a la persona, debemos concentrarnos el tema y en mostrar las evidencias y explicarlas con detalle, ofreciendo siempre algo que llene el vacío que dejaría en la otra persona abandonar la creencia que tiene.

Si vamos a hablar de pruebas, no será suficiente con mencionar generalidades. Es necesario proporcionar a las otras personas detalles específicos que demuestren que se sabe a profundidad de lo que se habla y que se conoce en detalle el origen y las causas.

Debemos explicar cómo se consigue la evidencia, el rigor lógico que la ampara y el significado de los resultados. Si de verdad queremos influir en la disonancia cognitiva, es necesario un esfuerzo especial para brindar (amablemente y con respeto) información sobre la raíz del tema.

Ten presente que la gente no sostiene creencias de forma aislada, sino que se basan en conjuntos de datos organizados y estructurados. Así que no los puedes debatir con superficialidades.

3. Se respetuoso y asertivo, pero con firmeza.


Una persona con una disonancia cognitiva, siempre aprovechará cualquier pequeño resquicio en tus argumentos para salvar su creencia.

Ser asertivo es apreciar la disposición y la confianza de la otra persona para tratar sus creencias. En tal sentido, es muy importante reconocer y reforzar las cosas que diga y que tengan sentido. Pero no hay que ser dubitativo.

Si nos enredamos en un argumento, o nos ven dudar, eso será suficiente razón para que ellos defiendan sus elucubraciones. Por tal razón, nunca hay que enfrentarse a una idea absurda sin tener preparado el tema de antemano. Hay que demostrar conocimientos sobre lo que se critica, y si no se poseen lo mejor es buscarlos.

Por supuesto, los casos que van más allá de una simple disonancia cognitiva, requieren de ayuda profesional especializada.

Por Juan Carlos Jiménez  
05/Feb/2016
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Juan Carlos Jiménez.

Director Creativo, Consultor, Escritor y Conferencista.
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