¿Por qué callas cuando tienes algo que decir?
Por Daniel Sánchez Reina.Comunidad IEBS.
Desarrollo personal. 5 razones para que no temas expresar tus opiniones |
¿Te has visto a ti mismo callado cuando se te ha pedido una opinión? ¿Te has ocultado tras el parapeto invisible del grupo? ¿Realmente ya te estaba bien unirte a la opinión mayoritaria o a lo que opinase el miembro más parlanchín del grupo o aquel al que atribuyes mayor criterio?
¿O por el contrario tenías algo que decir? ¿Querías matizar o confrontar o aportar algún argumento a favor o en contra, y sin embargo decidiste callar?
Te suena esto que te digo, ¿verdad? Lo vives con mucha frecuencia: en tu comunidad de vecinos, en la reunión del colegio de tus hijos, en aquella conferencia, en aquel curso. Incluso cuando no es opinión lo que se te pide sino simplemente asentir o negar cuando el ponente quiere saber si estás entendiendo sus argumentos o si tienes alguna duda. Hasta en estos insignificantes momentos te quedas inmóvil y callado.
Antepones tus vergüenzas, tu miedo al qué dirán, tu falta de coraje. En el ejemplo del ponente, antepones tu miedo irreal a la empatía con quien te pregunta. Dejas de ser un ‘ser social’ y te conviertes en un ‘ser caracol’, encerrado en su concha.
La no-opinión te convierte en irrelevante
Es como si quisieras vivir sin ser apercibido, como si desearas la invisibilidad. Tú eliges. Pero tienes que ser consciente de las consecuencias de tu elección: la irrelevancia. Si tú, lector y alumno de la escuela de negocios IEBS, quieres comenzar una carrera de emprendedor o formarte para aportar lo mejor de ti en el mundo de la empresa, no vas por buen camino.
Lo que te hace diferente te hace rentable. Si no te diferencias -es decir, si no opinas- te espera la invisibilidad. Si tienes algo que decir, ¡dilo! No importa que vayas contracorriente -¿quién dice que la ‘corriente’ es lo correcto?-. Lo que importa es que aportes un criterio, el tuyo. Y para aportarlo hay que verbalizarlo. ¿Dices que te labrarás detractores? Sí, probablemente. ¿Y dónde está el problema? Te deben importar mucho más los seguidores.
Y mucho más aún debe importarte que te construyas una imagen personal donde tu opinión sea escuchada y respetada, con independencia de a cuántos les guste y a cuántos no. Piensa en alguien a quien admires y que escuches con frecuencia. ¿Estás de acuerdo con todo lo que plantea? Probablemente no, pero aun así te tomas la molestia de escucharlo porque le otorgas criterio propio.
No confundas ‘tener opinión’ con ‘abrir la boca’
La segunda es un acto mecánico que no requiere necesariamente de coherencia, ni de solidez argumental, ni siquiera de raciocinio. La primera implica un proceso elaborado de comprensión y estructuración de una idea.
De la misma forma, no todas las opiniones tienen el mismo valor. Sé que no es políticamente correcto decir tal cosa. Te daré mis argumentos, y luego tú decides si te convencen o no.
Fíjate que cuando sabes mucho sobre algo –ya sea por haberlo estudiado en profundidad o por haber tenido amplia experiencia en ello- tu discurso es más seguro y contiene mucho de racional, de datos, de empirismo. Sin embargo, cuando tus conocimientos sobre un tema son superficiales, tiendes a completar las zonas desconocidas con creencias, pensamientos, incluso con ideología. No hay mala fe en ello, sino simplemente ‘atrevimiento’ por desconocimiento.
Por eso la opinión de un amigo arquitecto sobre la influencia de los descubrimientos de la biología molecular en los avances sociales tendrá mucho menos peso que el de un amigo químico que se pasa el día experimentando en un laboratorio (incluso aunque la especialidad de este último no sea la biología molecular). Es lo que se conoce como opinión autorizada.
Quién sabe… Quizás mi amigo arquitecto es un visionario cuyas ideas sobre ese tema son más acertadas que las del químico. Pero su opinión será considerada menos docta. Corolario: aplícate humildad, sé asertivo sobre aquello que conoces, y no seas tan rotundo sobre las meras especulaciones con fundamento débil. Y a partir de ahí, da tu opinión!
¿Por qué no nos atrevemos a expresar nuestra opinión?
Lo difícil es diferenciar causas reales y pretextos/excusas. Intentaré recoger aquí unas y otras:
1. Factores culturales:
Las culturas latinas y de tradición católica somos mucho más afiliativas. Nos importa el qué dirán porque basamos nuestra autoestima en la valoración que de nosotros hacen los demás.
Si has tenido la ocasión de asistir a foros internacionales, fíjate qué culturas son las que no tienen ningún reparo en hablar cuando tienen algo que decir o en preguntar cuando no entienden: las de tradición protestante, centro-europeas, nórdicas, anglosajonas.
2. Factores personales:
Timidez, miedo al ridículo. Supéralo trabajándote interiormente, dando pasos cortos, atreviéndote en pequeñas cosas. Te ayudará el hacer preguntas aclaratorias antes de lanzarte a emitir una opinión. La pregunta te servirá como puente para entender mejor los argumentos de tu interlocutor y adquirir seguridad en tu opinión.
¿Te has planteado crear un blog donde vayas vertiendo tus conocimientos y opiniones acerca de las cosas sobre las que tienes un criterio propio, sean profesionales o personales?
3. Temor a represalias:
Un momento… ¿temor a represalias? Lector, seamos serios. Si te mueves profesional o política o socialmente en un entorno donde impera el Management by Fear (la gestión a través del miedo), se te acepta como motivo (y de paso te pregunto: ¿cuándo decidirás salir de ese estercolero vital?) Si no se dan estas condiciones de entorno Miedo, te estás engañando a ti mismo y la causa –o pretexto- está en otro lugar.
4. Indiferencia:
¿Seguro? ¿es indiferencia lo que sientes? ¿tanta y tan a menudo? No me lo creo. Eso no es indiferencia. Eso es complejo borreguil: seguir al rebaño. Es una elección tan legítima como cualquier otra. Ahora bien, comportarse como miembro de un manso y servil rebaño tiene sus consecuencias: que le traten a uno como a una oveja.
5. Creencia en el silencio como muestra de disconformidad:
Curiosa interpretación del silencio… Desde un punto de vista científico al silencio no le podemos otorgar significado. El silencio es equivalente al conjunto vacío. Y por tanto, aquellos que guían al rebaño se sentirán legitimados para interpretarlo como les venga en gana y te conducirán a donde les dé la gana.
Si crees que con el silencio estás expresando disensión, te equivocas: no estás expresando absolutamente nada. Así que elimina esa creencia. Aprende a utilizar el noble arte de la dialéctica para expresar tus disconformidades. Es una herencia de la civilización griega que deberíamos utilizar más a menudo.
Descubrirás un mundo nuevo porque hace que la contraposición no paralice sino que dinamice. Algunas veces conseguirás cambiar la opinión de tu interlocutor, otras cambiarás la tuya, y siempre, repito, SIEMPRE, te enriquecerás personal y profesionalmente.
Las ventajas de expresar tu opinión
Me atrevo a condensar en una sola las ventajas de expresar tu opinión: conseguir un mayor respeto de tu entorno. Con el tiempo se te escuchará cada vez más, porque el respeto proviene de la capacidad de estructurar una opinión, se esté a favor de ella o no. Y estoy seguro de que, o estás capacitado para ello, o te puedes mejorar para estarlo.
Piensa en la cantidad de derivadas que tiene esta ventaja: afianzar un buen posicionamiento profesional para llamar la atención de inversores, centrar la mirada en ti como candidato a acceder a puestos de mayor relevancia, ganar ascendiente en tu entorno profesional o personal,… Y la más importante de todas: ganarte tu propio respeto.
Te deseo lo mejor.
por Daniel Sánchez Reina
30 julio, 2015
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Daniel Sánchez Reina
Experto en liderazgo y eficiencia empresarial. Coautor del libro ‘El dilema del directivo’ (LID Editorial, 2014), nominado a Mejor Libro de Empresa 2014, donde se aporta guía y criterio a los conflictos más habituales a los que se enfrenta todo profesional con responsabilidad sobre personas.Licencia:
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Fuente: Comunidad IEBS
Imagen: Quiet person
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