2018-12-08

Pensamiento ilusorio. Pros y contras del ‘wishful thinking’ organizacional.

Nadie espera al wishful thinking organizativo. 
Por Sergio Jiménez. 
Analítica Pública. 

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Pensamiento ilusorio. Pros y contras del ‘wishful thinking’ organizacional

Un fantasma recorre el subconsciente de personas y organizaciones: es el fantasma de creerse lo que se quiere creer. Como si se tratara del Agente Mulder y su mítico “quiero creer” bajo la foto de un ovni, una parte muy importante de los cambios y proyectos, tanto personales como organizativos encierran mucho más de deseo que de realidad.


Sin embargo, ni esto es necesariamente negativo, ni es en sí mismo un problema. El auténtico problema es cuando, como decían los Monty Python, nadie espera a la Inquisición española. Nadie se espera que hable ese deseo y no la cruda realidad. Porque, lamentablemente, nadie espera al wishful thinking administrativo.

¿Qué es el wishful thinking organizativo?


En términos generales, el wishful thinking es pensar en función a lo que deseas. O mejor dicho, articular tu pensamiento en función de tus deseos y preferencias personales. Esto es lo que define este esquema de interpretar el mundo.

Imaginemos que, por ejemplo, después del verano, hemos engordado, digamos, 5 kilos. Y tú piensas que deberías dejarlo y piensas que con unas semanas de estricta dieta (5) los puedes perder. ¿Por qué? Porque crees que es posible. Entonces piensas: si me pongo severo, y no como más de la cuenta, lo puedo hacer y estar hecho un figurín antes de navidades.

Ahora imaginemos que en esas 5 semanas tienes varios congresos y eventos glosados por su canapé, alguna comida familiar, además de algún momento de ansiedad que te lleva a saltear la nevera. Esto le ha pasado a un amigo mío.

Ahora bien, nada de eso es un imprevisto. Tenías esa agenda de congresos, los planes de quedar con la familia, y una carga de trabajo como para suponer que en esas 5 semanas no te ibas a matar de hambre.

Sabías lo que querías, sabías que los hechos no acompañaban y sin embargo, preferiste creerte que tu voluntad de hierro podría sortear esos problemas.

Eso es el wishful thinking. Y las organizaciones también lo tienen.

¿Por qué es necesario el wishful thinking organizativo?


Pues la verdad es que hay una parte importante del cambio y el liderazgo que necesita de una parte de ello. Un cambio importante requiere romper parte de los límites de lo que aceptamos como “asequible” en el mundo real. Por ejemplo, difícilmente Jeff Bezos podría haber fundado Amazon si hubiera hecho caso a toda esa gente que decía que su plan de negocio era inviable e inasumible.

En términos organizativos pasa un poco lo mismo. Imaginemos que queremos hacer un gran cambio en el modo de trabajar una organización. Si no explicitamos una visión difícil de alcanzar (casi imposible, o imposible) sería muy poco probable el éxito. Imaginemos una administración que quiere eliminar la solicitud de documentación adjunta que ya tiene para muchos trámites, y, en lugar de decir, “vamos a eliminar la solicitud de todos los documentos” dicen “vamos a intentar eliminar unos cuantos” o “los que podamos”. Realmente las posibilidades de éxito (y de credibilidad del proyecto) serían mucho menores.

Los proyectos de cambio deben encerrar una idea de transformar la realidad más allá de los límites que podemos suponer.

¿Qué riesgos supone el wishful thinking organizativo?


Sin embargo, que sea necesario (y positivo), no significa que el wishful thinking no encierre problemas. Genera problemas y muchos. En términos generales yo diría que hay cuatro grandes problemas:

Agotar al caballo.
Esta es la primera y más evidente. En las películas del oeste, el mensajero del Pony Express azota al caballo posta tras posta matándolo de agotamiento para avisar al Séptimo de Caballería. Esto está muy bien si eres quien depende del Séptimo de Caballería para que te salve, pero muy mal si eres el caballo. Adicionalmente, si hay mucho más “whishful” que “thinking” posiblemente tengas un montón de caballos muertos, sin tener Séptimo de Caballería que te salve.

No tomar las decisiones de manera acorde a la realidad.
Puedes tener las causas más nobles del mundo, y la mayor convicción en ellas. Sin embargo, si eso te hace no ver las circunstancias en las que te mueves, es muy probable que acabes dándote de morros con ellas. Por ejemplo, en el caso de mi amigo el de la dieta, no asumir que habrá un montón de días donde no podrá comer filete a la plancha con ensalada hace que no se plantée otros tipos de dieta que sea más tolerante con los canapés post-congreso. Al final se muere de hambre, y no pierde peso porque no ha pensado como contenerse en el canapé en cuestión.

Generar una enorme frustración.
Cuando alguien pide un esfuerzo para cambiar la realidad existe la posibilidad de que mucha gente te siga. A veces es porque no queda más remedio, otras veces porque cree en la causa. Entonces, ¿Qué nos sucede? Te frustras y eso genera un montón de emociones, decisiones y reacciones que no son las mejores. Por ejemplo, puedes decir “pues al carajo la dieta”, o “maldita seas, contratación electrónica

Pierdes credibilidad.
Cuando has estado hablando de una visión que mucha gente discutía y no creía, estás poniendo en juego tu credibilidad. Si dices “perderé 5 kilos en un mes” y no los pierdes, la siguiente vez que lo digas, se reirán de ti (a mi amigo le pasa). En caso de decir toda la tramitación estará disponible de vía digital en 2018, y luego pues no, verás lo que pasa la próxima vez que pidas un esfuercito para la tramitación electrónica, la risilla condescendiente de los escépticos resonará en tu cabeza cuando te des la vuelta.

¿Cómo identificar el wishful thinking organizativo?


Identificar el Whishful Thinking organizativo es difícil. Esto se debe a que la persona que mejor conoce cómo engañarnos somos nosotros mismos. Y en las organizaciones, también. Nadie engaña a Hacienda mejor que Hacienda, y nadie engaña al alcalde mejor que el propio alcalde. Así que, ¿Cómo puedes saber si ese plan que tienes encierra más de tu deseo que de razonamiento por detrás? Diría que hay cuatro rasgos que identifican a cualquier persona en esta situación.

Después de tres preguntas sobre la misma duda, la respuesta acaba siendo “tu verás que si”.
“¿Estará la tramitación electrónica completa en 2018?” Claro, tenemos un plan. “¿Pero no son cambios muy profundos?” “Si, pero tenemos una memoria presupuestaria.” “¿Pero va a dar tiempo material?” Tú veras que si.

El cumplimiento del plan depende de la propia existencia del mismo.
Esta es súper habitual en las Administraciones Públicas por su dependencia del derecho Administrativo. “¿Nadie nos va a volver a pedir fotocopia del DNI?” “Claro, dice la ley que no se puede”.

Hay cosas que dejas a “veremos cuando lleguemos”.
Esta no es una relación unívoca. Cuando uno empieza un cambio, hay situaciones que no sabe que se van a plantear, y esas las verás cuando llegues. Pero hay otras muchas que sabes que están ahí (tener que tramitar miles de altas en el ROLECE a última hora) y no plantearlas es no querer ver un problema. A mi amigo le pasa con los canapés de los congresos. Sabes que los hay, pues piensa en cómo arreglarlos.

Confías en el Deus ex machina.
El deus ex machina es esa cosa que no forma parte de la narración y de repente aparece para arreglarlo todo. El Séptimo de Caballería para John Wayne. En el wishful thinking el Deus ex Machina es el salvavidas. Por ejemplo “¿no será muy complicado unificar todos los registros de todas las administraciones en un solo punto de entrada que lo distribuya todo?” puede acabar encomendado a dos de mis Deus ex favoritos en lo tecnológico: “evolución de la velocidad de proceso” (es decir, ahora podemos mandar 15000 documentos en un día, pero para de aquí a dos años seguro que podemos mandar 150000). Otra opción sería la Inteligencia Artificial (en 2020 seguro que hay una AI que ayuda a evitar el fraude fiscal). Si tu plan depende de la magia del futuro, es que estás volcando todos tus deseos en ella.

Así que nada, cuando tengáis un plan, un sueño o una visión, haceros estas preguntas. Es posible que la respuesta no te guste, pero, creedme si os digo que mi amigo lleva peor seguir en un falso régimen 4 meses sin perder un gramo que haber asumido al principio que no iba a perder 5 kilos en una semana. Y además, posiblemente, ya hubiera terminado.

Sergio Jimenez
14/11/2018

Sergio Jiménez

Analista Web experto en Administraciones Públicas
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