2018-04-19

People tagging: Cómo superar el hábito de etiquetar a las personas.

"People Tagging" (1 de 3): ese novedoso deporte olímpico de siempre.

Por Alfredo Abad Domingo.

CuriositaTICs.

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People tagging: Cómo superar el hábito de etiquetar a las personas

"People Tagging" (1 de 3): ese novedoso deporte olímpico de siempre.

¿Qué es el "people tagging"?

En la actividad TIC es relativamente frecuente atribuir decisiones o conductas de personas a la pertenencia de estas a las distintas familias o tribus tecnológicas. Estas atribuciones cabalgan a lomos de la tecnología, pero sobre todo se prestan a reflexión interior mediante técnicas de coaching.


Por ejemplo, una persona nunca compraría un iPhone porque es un "windolero" o aquélla odia la tableta de Samsumg porque hace tiempo se casó con Apple, aunque ni siquiera conozca las características de la tableta.

Si en un momento dado el propietario de un teléfono Samsumg sacara de su maletín un iPad de Apple, algo se rompería en nuestros esquemas mentales, empobrecidos y cercados por la tiranía de unas conclusiones que no se atienen a premisas sólidas: habríamos etiquetado a esa persona y, a priori, habríamos concluido para ella la imposibilidad de cambiar de tribu tecnológica.

La atribución de estereotipos a personas se extiende mucho más allá del ámbito tecnológico y se ha hecho tan frecuente que bien se podría convertir en un nuevo deporte olímpico, que podríamos bautizar como "People Tagging" o en el maquiavélico arte del "etiquetado de personas".

Pero, ¿por qué etiquetamos a las personas? ¿qué beneficios obtenemos? ¿a quiénes se perjudica? Si estas preguntas, querido lector, estimulan tu curiosidad, no lo dudes: sigue leyendo, este es tu post.

¿Por qué etiquetamos a las personas?


Dejando de lado razones morales que extienden sus raíces en la malicia, campo vedado al coach, etiquetamos a las personas por una cuestión de comodidad. Analicemos el porqué.

Estamos acostumbrados a oír que "no debemos juzgar a las personas, sino los hechos". Los jueces son los únicos que deben enjuiciar a las personas a partir de sus actos y, esto, no lo hacen en cuanto personas que también son, sino en cuanto jueces, es decir, de una manera profesional.

De este modo, una persona que ha cometido un crimen, es llamada por el juez criminal cuando dicta sentencia y se le aplica la pena que la norma legal reserva para los criminales.

El juez no determina la pena arbitrariamente para esa persona a la que condena, sino que atribuye el crimen a esa persona, etiquetándola como criminal, y luego la normativa penal dice qué pena merece el condenado, no por ser persona, sino por ser criminal.

Cuando nosotros etiquetamos a una persona, lo que hacemos es clasificarla, porque una vez clasificada, nuestros patrones mentales le aplicarán una serie de beneficios o castigos por su pertenencia –atribución- a un determinado grupo. Solo tendremos que decidir el beneficio/castigo una primera vez porque cualquier otra persona clasificada en el mismo grupo, derivaría en la misma suerte.

Por tanto, lo que estamos haciendo es construir en nuestro pensamiento una cosmovisión del mundo de las relaciones entre personas a las que le aplicamos nuestras propias creencias psicológicas, en su mayor parte limitantes. Algo que el coach tiene que ayudar a derribar para liberar a su coachee de esos sutiles lazos que tanto le atenazan y que le impiden proporcionar oportunidades de cambio a cuantos le rodean.

En el lenguaje ordinario nos referimos a este fenómeno de una forma exquisitamente expresiva: colgamos a las personas "sambenitos". En el Diccionario de anécdotas, dichos, ilustraciones, locuciones y refranes (RubénGil, Editorial CLIE, 2006) se aporta una interesante información sobre los "sambenitos":

El Sambenito era la insignia de la Santa Inquisición, que echaban sobre pecho y espalda del penitente reconciliado. Nombre abreviado de "saco bendito". Batús coindice en su escrito:
"El sambenito era una especie de escapulario de lana amarilla con la cruz de San Andrés, llamas e fuego y otros adornos. Era una imitación del saco de penitencia que se ponían para llorar sus culpas los penitentes de la primitiva iglesia".
Debido a que este saco o escapulario se bendecía antes de ponerlo al penitente, de aquí viene que se llamara saco bendito, de donde más tarde se llamó San Benito.
En los Autos de Fe de la Inquisición, los reconciliados salían con una vela de cera en las manos y con el sambenito de color amarillo y dos grandes cruces rojas pintadas entre pecho y espalda.

No obstante, según consta en "Relación del Auto de Fe de Logroño de 1610" el sambenito lo llevaban no solo los reconciliados, sino también los relajados (los entregados a la justicia secular para el castigo de sus culpas).

Ya tenemos centrado el tema, pero ¿qué beneficios se obtienen practicando el tagging? Y, ¿a quién perjudica esta maquiavélica actividad?
Estas y otras respuestas en el siguiente post (2/3). No te lo pierdas.

Alfredo Abad Domingo.
Martes 18 de junio de 2013

"People Tagging" (2 de 3): el perjuicio de etiquetar

Beneficios y perjuicios del "people tagging"


En el post anterior (1/3) habíamos señalado el significado del "people tagging", lo que significaba etiquetar a las personas y cuál podría ser la función del coach para conseguir liberar al coachee de una emoción limitante.

Una vez centrado el tema, podemos preguntarnos ¿qué beneficios se obtienen practicando el tagging? Y, ¿a quién perjudica esta maquiavélica actividad?

¿Qué beneficios obtenemos con el tagging?


Claro, una vez colgado el sambenito en el cuello de alguien, es mucho más fácil llegar a conclusiones concretas con él: basta con fijarse en lo que suelen hacer los que comparten su penitencia.

Y, por ser más fácil, también más cómodo para nosotros. Y, también, más injusto.

Cuando alguien ha hecho algo mal, por ejemplo, ha copiado las respuestas del examen de un libro decimos que es un mal estudiante.

Y, efectivamente, puede que lo sea, pero no necesariamente. Lo único serio que podemos afirmar es que copió las respuestas de ese examen y que defraudó con ese acto al profesor que le examinaba: en ese examen no se comportó como un buen estudiante. Pero, en ese examen, solo en ese examen.

Si el estudiante rectifica -se le da una oportunidad- y ya nunca vuelve a copiar, y estudia, y saca buenas notas, ¿tendrá siempre encima la etiqueta de mal estudiante? No parece justo. Es como si se convirtiera en la percha sobre la que se cuelga la cualidad del error que cometió.

Sin embargo, si no somos capaces de ser dueños de nuestras emociones (inteligencia emocional), quedaremos protegidos del al autoritarismo de la mente que nos dice una y otra vez: "copió, luego es -y seguirá siendo- un mal estudiante". Y, siendo, que no es verdad, aunque sí verosímil, el etiquetado nos conducirá al error.

Todo por haber juzgado a una persona y haberla clasificado en una categoría general en vez de haber detenido estrictamente el pensamiento interior en la ejecución del acto concreto que invitó a deslizar sutilmente el pensamiento hacia donde no debía.

Pensar es más costoso que no pensar, decidir más que no decidir, rectificar más que perseverar en el error; pero, pensar, decidir y rectificar nos hace más libres. Más libres, incluso, de nuestros propios criterios, que no tienen por qué ser necesariamente la vara de medir la verdad. Eso sí; no pensar, no tener que decidir y no rectificar el error es mucho más cómodo.

Pero, ¿quién o quiénes son los perjudicados cuando colgamos a alguien un sambenito? Esta será una reflexión de interés porque el coach tendrá que abrir caminos intelectuales y emocionales a sus coachees para que puedan revertir situaciones anómalas.

¿A quiénes perjudica el tagging?


Anteriormente hemos reflexionado sobre cómo el resultado de un acto concreto puede acabar en un proceso mental de asignación de una etiqueta (sambenito) al agente del acto por parte de un observador externo. Este etiquetado consiste en atribuir una cualidad (buena, mala o, sencillamente, aséptica) a una persona en virtud de unos actos concretos, quizás, incluso puntuales.

Si el acto atribuido es un acto que consideramos "malo", caben distinguir dos casos posibles: que la atribución tenga fundamento en la realidad (efectivamente aquella persona hizo algo mal o, incluso, sin hacer nada malo lo que de ella se revela perjudica su buena fama) o que la atribución se aparte de la realidad (aquella persona no tuvo nada que ver que ese acto, aunque se le atribuye falsamente).

En el primer caso hablamos de difamación; en el segundo, de calumnia.

Se hace evidente que el principal perjudicado de un tagging es quien ha sido etiquetado. El daño que se le hace depende de muchos factores, pero sobre todo de la propagación que se hace de la etiqueta que se le asigna (no es lo mismo un entorno personal que uno profesional, por ejemplo) y del prestigio que tenga la persona que hace pública la etiqueta que asignó al infeliz etiquetado o de quien la propaga aunque no haya sido originalmente suya.

  1. Si alguien me pone una etiqueta, pero ese alguien no es conocido o no tiene ninguna relevancia, el daño que me puede hacer es escaso puesto que los demás asumirán la categoría en que me incluyó en virtud de su prestigio o de la capacidad de resonancia en su entorno.
  2. La gravedad del acto atribuido no es necesariamente demasiado significativo aunque tampoco irrelevante, puesto que alguien que recibe la condición de criminalidad de otro, puede que no conozca exactamente qué crimen cometió: para quien recibe la oferta de etiqueta, todo criminal es un criminal, sin embargo, no es lo mismo asesinar a una persona que a varias.
  3. Por otra parte, si la propagación de la etiqueta es pobre, el daño realizado será menor que si se publicita en un programa de TV en horas de alta audiencia.

Pero quien es etiquetado no es el único perjudicado. Además se daña a quienes aceptan la oferta de etiqueta. La razón es bastante evidente: tomará como válido algo que no lo es, fiándose de quien le informa de la categoría en la que clasificó a esa persona.

Eso no quiere decir que le estén engañando, puesto que en la difamación no necesariamente hay engaño y en la calumnia no se exige que haya una intención de mentir, pero el perjuicio es real puesto que en cualquiera de los dos casos estaría recibiendo una información para ser tomada como válida de un modo general, cuando a lo sumo, es válida en casos particulares.

De este perjuicio nos podemos defender si construimos hábitos que nos lleven a rechazar cualquier etiquetado que quienes nos rodean pongan a nuestro alcance. O sea, que seremos perjudicados, solo si queremos.

Aunque no es tan evidente que el caso anterior, se puede afirmar que el rey de los perjudicados es el propio etiquetador. Claro, que también queda perjudicado porque quiere. De hecho, puede evitarlo sin más que abandonar su fea costumbre.

Pero, ¿por qué el etiquetador sale perjudicado? Porque pierde su autonomía mental para reflexionar a partir de los datos que la experiencia directa le proporciona.
El etiquetador suele ser una persona que decide de acuerdo con patrones establecidos por él o, lo que es peor, por otros. Carece de autonomía para cambiar las decisiones erróneas porque atribuye a los demás su propia responsabilidad, que reviste de una arquitectura de etiquetas que expliquen su ficticia realidad.
Por otra parte, se incapacita para cambiar, puesto que construye su propia realidad a la medida de su propio ecosistema cerrado de pensamiento.
Sus relaciones personales con los demás no están basadas en actos concretos, sino en suposiciones u opiniones venidas de terceras personas o de grupos de presión.

En resumidas cuentas, no es rentable etiquetar para el etiquetador. Aparte de lo contraético y antiestético de su actividad, frecuentemente inconsciente, en absoluto le merece la pena. Ten en cuenta que:

El acto de etiquetar es producto de un "egomomento".

Pero, ¿cómo se diagnostica el tagging? Y, ¿cómo se puede reconducir? En el siguiente post (3/3) daremos algunas ideas sobre el diagnóstico y su terapia.

Alfredo Abad Domingo.
Lunes 1 de julio de 2013

"People Tagging" (3 de 3): diagnóstico y terapia

Detección y terapia del "people tagging"


En el primer post (1/3) habíamos señalado el significado del "people tagging", lo que significaba etiquetar a las personas y cuál podría ser la función del coach para conseguir liberar al coachee de una emoción limitante.
En el segundo post (2/3) de esta serie nos preguntamos ¿qué beneficios se obtienen practicando el tagging? Y, ¿a quién perjudica esta maquiavélica actividad?
En este tercer y último post nos centraremos en la detección y terapia del tagging.

Y tú, ¿practicas el people tagging?


Probablemente, sí. ¿Lo haces conscientemente? Probablemente, no. ¿Es posible mejorar esta habilidad de relación con los demás? Absolutamente: basta con rectificar algunos de tus hábitos, pero antes hay que detectarlos.

Comencemos por el diagnóstico para continuar con una sencilla terapia. Puedes hacer el sencillo experimento que te propongo examinando la relación con algunas personas de tu alrededor, una a una.

  1. Una vez elegida una de ellas, escribe en un papel su nombre y haz tres columnas tituladas: "lo que pasa", "lo que pasaría" y "anotaciones".
  2. A continuación, escribe en la primera columna "lo que pasa" la lista de las cosas que no le permites a esa persona en su relación contigo. Por ejemplo, no le permito que me dirija la palabra, o no consentiría en comer con ella, o nunca haría un viaje en común, o nunca le prestaría dinero, etc.
  3. Ahora escribe en la columna de anotaciones las razones por las que has escrito lo que registraste en la primera columna: no quiero que me dirija la palabra porque es mentirosa, no comería con ella porque es avarienta y nunca paga la cuenta, no haría un viaje con ella porque es chabacana, nunca le prestaría dinero porque dilapida sus bienes, etc.
  4. Ahora, lector, entorna los ojos e imagina el mundo de relaciones que te rodean sin esas etiquetas, para escribir -despacio y con sinceridad- en la segunda columna lo que le consentirías a esas personas si no hubieras tenido esos encuentros negativos con ellas o no te hubieran llegado esas informaciones menos positivas sobre ellas.
  5. Seguidamente, analiza las diferencias entre la primera y segunda columna: ¿encuentras diferencias entre lo escrito en esas dos primeras columnas? ¿Sí? Acabas de detectar un comportamiento tuyo condicionado a la percepción que tienes de una persona. La tercera columna te indica el "tag" con que tienes etiquetada a esa persona.
  6. Ahora haz eso mismo con varias personas. Obtendrás un folio por cada una de ellas. Pon en común todos los folios y observa si hay algún tag (tercera columna) que aparece ligado a varias personas. Seguro que, si has aplicado bien el método de este procedimiento, encuentras varios. Ya has encontrado una etiqueta que aplicas a varias personas.
  7. Por último reflexiona sobre la etiqueta y las personas a las que se la aplicas ¿a que notas que tienes un comportamiento común con todas ellas? ¿a que no te importa tanto quién sea cuanto a qué grupo o etiqueta pertenecen?

Con este diagnóstico ya estás preparado para prepararte una vacuna. Cuando conozcas nuevas personas, ve prevenido de que es muy probable que en un primer encuentro etiquetes a esas personas con una de esas etiquetas de tu tercera columna.

Desde el punto de vista emocional, el hábito a desarrollar es el de suspender siempre el juicio, salvo que profesionalmente tengas que hacer una valoración. Y, en ese caso, valora los hechos y no a las personas. Serás mucho más feliz y te evitarás muchos disgustos.

Y si eres jefe, ¿entonces, qué?


Si eres jefe, entonces la habilidad de no etiquetar a las personas no es una opción para ti: lo tienes como una exigencia indiscutible. ¿Sabes por qué? Porque tienes poder para realzar y para hundir a las personas que dependen de ti. Si lo haces bien y tratas bien a las personas, tu potestad se convertirá en autoridad, sabiduría reconocida.

Si efectivamente tienes mando sobre otras personas tendrás que saber exigir como corresponde a tu cargo lo que es exigible en tus subordinados.

Por ello, estás especialmente expuesto a colgarles sambenitos a tus empleados y en vez de luchar y ayudarles a mejorar sus cualidades, les conducirás al abandono y se retrotraerán a sus costumbres habituales o, incluso, se radicalizarán en ellas.

Por tanto, etiquetarles significa abandonarles, lo que acrecentará abismalmente la distancia que mantienes con ellos, y ello no es bueno ni para la productividad de la empresa, ni para mejorar las relaciones personales, ni para conseguir que las personas sean felices.

Ten en cuenta que el principal responsable -no con necesidad, pero muy probablemente- de que un subordinado tuyo no sea feliz haciendo su función profesional eres tú, su jefe: bien personalmente, bien por la relación que él percibe que mantiene contigo o bien porque él también te ha etiquetado a ti.

Si él percibe que no puede confiar en ti, es hora de que tengas en cuenta el aforismo popular:

"Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto".

Alfredo Abad Domingo.
Sábado 13 de julio de 2013

Alfredo Abad Domingo

Physicist. Coach & TIC Vocational Training. TBL-Teacher certificated. Writer.
Tajamar
Universidad Complutense de Madrid
Madrid, Madrid, España
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Creative Commons BY-SA-NC. Con la tecnología de Blogger.

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Fuente: CuriositaTICs  1ª Parte  2ª Parte  3ª Parte

Imagen: People tagging


Del mismo autor:

Alfredo Abad Domingo:
  • - People tagging: Cómo superar el hábito de etiquetar a las personas

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