Conversar, una forma de entretenimiento.
Por Eduardo Estrada Montenegro.
Culturaeko.com.
El arte de conversar: Una forma de entretenimiento |
Conversar es una de las pasiones más comunes de los seres humanos, pero lamentablemente, no siempre estamos a la altura, de lo que Osvaldo Dallera, define como el arte de conversar, una forma de entretenimiento que facilita el desarrollo de la sociabilidad entre quienes participan en ella.
De adolescente, recuerdo las largas conversaciones que sostenía con personas mayores, ávido de conocimiento y nuevas experiencias, de sus relatos personales e históricos, eran amigos que por lo general me doblaban o triplicaban la edad, y me motivaban a la lectura y el estudio de los grandes acontecimientos científicos, literarios e históricos.
Quienes saben conversar son personas sociables que disfrutan de la compañía de los otros y aprovechan esa circunstancia para cultivar su personalidad poniendo en práctica y desplegando las cualidades necesarias para pasar un momento agradable, dice Dallera en sus Apuntes filosóficos para una estética del habla.
Pero la verdad es que cuando somos muy jóvenes, conversar se convierte como en una suerte de carrera al debate, a la polémica aguda, de confrontación y persuasión, y solo con los años nos venimos apaciguando… y es posible que algunos hayamos aprendido el arte de conversar, pero con sus matices.
Dallera reseña algunos principios básicos para desarrollar el arte de conversar, aquí mezclo algunos con mis opiniones.
Características de un buen conversador
El buen humor para introducir, en los momentos adecuados, dosis de amenidad y diversión y la inteligencia para hacer atractivo e interesante los contenidos, es uno de los requisitos fundamentales.
Un buen conversador no debe perder de vista que aquello que gobierna la conversación es la búsqueda del placer de hablar con los otros. En lo personal agregaría, también la búsqueda de la verdad o por lo menos un consenso sobre los temas que se debaten.
Dominar el arte de la conversación supone no sólo capacidad para improvisar, sino también disponer de un conjunto de saberes y competencias, y se requiere, que las otras personas también tengan los saberes necesarios.
El buen conversador es capaz de dejar brillar a los otros, gratificando el amor propio de las personas con las que habla, pero desde luego, podemos dejar brillar a los otros, si estos están en el nivel que exige la conversación, o al menos el interés y seguimiento del tema en forma creativa.
El conversador avezado despliega su talento animando a los otros a conversar. En ningún caso está ávido por disponer del monopolio de la palabra. Esta es una práctica que hay que cultivar, aún con aquellas personas que prefieren el silencio y escuchar.
En la conversación se puede bromear sin que la broma llegue a herir o mortificar a los interlocutores, dice Dallera, pero eso muchas veces depende la idiosincrasia de las personas de cada país, pues algunas conversaciones, degeneran en la broma extrema y la vulgaridad.
El tono, la modulación y el volumen de la voz contribuyen a modelar, en un sentido o en otro, la estética de la conversación. Estos son elementos que se deben practicar, pues de esa forma alcanzamos un estilo más ameno para conversar.
¿Se puede enseñar a conversar?, pregunta Dallera.
Sí, si asumimos estos principios y si aceptamos que enseñar a conversar requiere una guía, una dirección.
Este modelo de conversar parece un ideal, pero la verdad es que en el arte de conversar, por muy refinados que queramos ser, es inevitable la polémica y el debate, y siempre debemos estar preparados para argumentar, pero dando elementos de juicios para los que nos escuchan puedan sacar sus propias conclusiones.
La argumentación
Una vez que hemos llegado a una conclusión bien sustentada en razones, debemos explicarlas y defenderlas mediante argumentos, dice Anthony Weston, en su libro Las claves de la argumentación. Un buen argumento no es una mera reiteración de las conclusiones. En su lugar, ofrece razones y pruebas, de tal manera que otras personas puedan formarse sus propias opiniones por sí mismas,
El primer pasó al construir un argumento es preguntar: ¿Qué estoy tratando de probar? ¿Cuál es mi conclusión? Recuerde que la conclusión es la afirmación en favor de la cual usted está dando razones. Las afirmaciones mediante las cuales usted ofrece sus razones son llamadas «premisas», enfatiza Weston.
Se debe presentar primero la conclusión seguida de sus propias razones, o se exponen primero las premisas y se extrae luego la conclusión al final. En cualquier caso, expresar las ideas en un orden tal que su línea de pensamiento se muestre de la forma más natural a sus interlocutores.
Pero cuantos conversadores tienen el sentido del orden y elegancia para argumentar. Por lo general están tan convencidos de sus ideas, que lo que tratan de hacer es imponerlas, en vez de influir en forma positiva, tal como lo recomienda Dale Carnegie, en Cómo ganar amigos. Y la crítica y la acusación se convierten en malos hábitos de muchas personas, con lo cual no contribuyen a sostener un diálogo constructivo.
Los modales, segun Hazlitt
Por su parte, en su tratado sobre, Henry Hazlitt, afirma que son malos modales monopolizar la conversación, hablar demasiado de uno mismo, jactarse, porque todo esto irrita a los demás. Son buenos modales ser modesto, o al menos aparentarlo, porque esto complace a los interlocutores.
Los modales son una moral de tono menor, enfatiza. Los modales son a la moral lo que el cepillado, el lijado y el barniz final de un mueble fino son al aserrado, desbaste y talla de la madera: los retoques finales, enfatiza Hazlitt.
Cuando alguien se expresa no envía un solo mensaje, sino cuatro: un mensaje sobre el contenido objetivo, otro que alude a la relación de esta persona con quien le escucha, un mensaje orientado a influir y otro que informa de la propia personalidad de quien habla.
Todo ello implica que debemos escuchar lo que nos dicen los demás “con cuatro oídos” y, en algunos casos, elegir cuál es el mensaje más importante al que debemos prestar atención, dice por su parte, Friedemann Schultz Von Thun, en una obra también llamada, El arte de conversar.
¿Cuestión de lógica?
Las matemáticas nos alertan que ahí done se discuten 4 o 5 ideas, y entre varias personas, el debate se puede convertir una matriz compleja que degenera en discusiones innecesarias e improductivas, más cuando de plano, uno se enfrenta a un adversario que tiene ideas políticas o religiosas cerradas y es uno de los temas que abordo en mi libro Lógica matemática de la redacción.
En el mundo de los valores políticos o religiosas, muchas veces, las posiciones contrarias son irreconocibles, decía Max Weber. Así, que advirtamos con quien vamos a entablar una conversación, y si los puntos de vista son irreconciliables, es mejor evitarla, pues nos conducirá al debate, a menos que se trate de un debate público y queramos influir en la opinión pública.
Creer que se puede ganar una discusión es una de las peores ilusiones y no forman parte del arte de conversar. No está de más recordar que todo texto escrito o hablado se considera una máquina que produce una «deriva infinita del sentido», tal como lo recuerda Umberto Eco, en Los límite de la interpretación, y más aún cuando nos encontramos con personas que conversan en forma desordenada y sin bases.
Es cuestión de lógica elemental ¿no?
Eduardo Estrada Montenegro
Publicado el 9 enero, 2018
Eduardo Estrada Montenegro
Eduardo Estrada Montenegro (1961), es escritor y periodista y desarrollador de programas educativos digitales, nació en Managua, Nicaragua.Es desarrollador del método Redactar & Calcular en forma simultánea, y autor de diversas obras sobre educación, literatura, historia y matemática. Actualmente se dedica a la investigación entre las conexiones entre el lenguaje y las matemáticas.
Actualmente es el director del Centro de Entrenamiento de Educación Digital (CEED) y editor de www.culturaeko.com.
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Fuente: Culturaeko
Imagen: Friends conversation
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