2019-09-16

Gestión de la atención: Cómo reorientarla con la desconexión deliberada.

Desconexión deliberada para reorientar la atención.
Por Amalio Rey.
Blog de Amalio Rey.

Gestión de la atención: Cómo reorientarla con la desconexión deliberada.
POST Nº599 
 
En mi entrada anterior compartí algunas cosas que se entienden cuando se toma distancia, y hablé de las ventajas de la desconexión, pero no quiero parecer un ludita. De hecho, estoy de acuerdo con Lauren McCarthy cuando dice que “a más la tecnología parece separarnos, más nos une de nuevas maneras más interesantes«.


Sin embargo, tengo claro que el resultado neto de esa relación tan delicada dependerá de nuestra capacidad de discernimiento, porque como dice el gran David Weinberger, «Internet puede hacernos más inteligentes solo si queremos ser más inteligentes«.

La forma en que decidimos usar la tecnología impacta de un modo significativo en un factor clave para el bienestar como es la asignación del tiempo. Es crítico observar y analizar cómo distribuimos nuestra atención entre distintas actividades.

En ese sentido, me gustaría recuperar una pieza de Amador Fernández-Sabater, en la que habla precisamente de eso. Dice el filósofo que “estar presentes es estar atentos”, definiendo la atención a partir de ideas de Simone Weil quien sostiene que “la atención es, en primer lugar, un trabajo negativo: vaciar, quitar cosas, de-saturar, suspender, abrir un intervalo, interrumpir”.

Eso implica “detener radicalmente la atención codificada, programada, automatizada y guionizada de la búsqueda de logros, objetivos o rendimiento”.

Asimismo, y con esto completo sus ideas, “atender es aprender a esperar, una cierta pasividad. Todo lo contrario de los impulsos que nos dominan hoy día: impaciencia, necesidad compulsiva de opinar, de mostrar y defender una identidad, falta de generosidad y apertura hacia la palabra del otro, intolerancia a la duda, googleo y respuesta automática”.

Por eso, después de mi impasse de casi 4 meses, y lo bien que me sentí lejos del griterío, me estoy tomando en serio esa idea de “hacer trabajo negativo” para liberar mi atención de tareas tóxicas que la saturan.

Este esfuerzo tiene que ser, como dije, deliberado, consciente, buscado. No es algo que vaya a conseguir de manera espontánea porque las tecnologías de hoy están diseñadas para acentuar una relación de dependencia con ellas, así que lo más natural es que si sigo mis impulsos, continúe alimentando el círculo vicioso de lo adictivo.

Lamentablemente, no puedo dejar las redes sociales porque estar ahí es parte de mi trabajo. Como profesional estoy atado a mantener algún tipo de relación con Twitter, Facebook y Co si quiero estar al tanto de lo que se cuece en mi comunidad y, sobre todo, compartir mis publicaciones.

Me gustaría que fuera distinto, pero es lo que hay. Sé que, en estos tiempos, si no estoy en esos canales, no existo. Pero lo que sí puedo hacer es reorientar mi forma de estar allí. A ese respecto he tomado tres decisiones, que espero convertir en hábitos:
  1. Primar el objetivo profesional, minimizando el uso de Facebook o Twitter para temas personales: Ya venía haciéndolo, pero lo voy a reforzar porque creo que es prudente controlar esa tentación de ventilar nuestras vidas en forma de publicaciones en los muros. Puedo seguir usando canales “privados” para compartir algunos contenidos con amigos, o la familia, dado que ellos esperan eso de mí. También es posible que publique eventos o momentos muy especiales, que realmente valgan la pena, pero minimizando mi exposición personal porque creo que no (me) aporta nada.
  2. Contener esa tendencia a querer responder u opinar sobre cualquier cosa que me cabree o inquiete: Ahora me doy cuenta que, en muchas de esas batallitas, entraba en bucles que no llevaban a ningún sitio. Conviene ser más selectivo en el esfuerzo dialéctico, y en las opiniones que uno decide dar.
  3. Quitar las redes sociales de mi teléfono móvil: Esta decisión es crítica, y me tomo la licencia de recomendarla. Con eso busco evitar que Twitter, Facebook y Co vayan conmigo a todos los sitios, y así atarlos a un lugar físico más fácil de acotar, como es cuando estoy frente al ordenador. Para poder hacer eso conviene reconciliarse con los momentos de potencial aburrimiento o de inactividad que nos traen las colas, las esperas y demás parones del día a día (¡¡benditos sean!!).
Por cierto, me gustaría recordar que uno de los hábitos más saludables y efectivos que se pueden practicar es no revisar correos electrónicos, ni redes sociales, como mínimo, antes de las 3 primeras horas de trabajo profundo durante la mañana. Hay que “proteger”, siempre que se pueda y nos dejen, esas primeras horas en la que solemos ser más productivos.

Esto que voy a contar ahora es importante. Un ejercicio útil es tratar de aislar y observar el componente de vanidad que existe en nuestros patrones de interacción con las redes sociales. El parón que hice en estos 4 meses me sirvió para dedicar tiempo y reflexión a esto.

Por ejemplo, a cuestionarme los contenidos que publico y, sobre todo, qué me mueve a hacerlo en cada caso. Es increíble la cantidad de cosas absurdas que publicamos por andar de prisa y funcionar en piloto automático empujados por el gentío

Se sabe que una de las fuentes de ansiedad más frecuentes es la reputacional, y eso se amplifica en las redes sociales. Ahora no documentamos en un diario privado e íntimo, sino que voceamos al mundo mundial nuestras batallitas, nos exponemos, y eso tiene influencia (quieras o no) en el marcador reputacional de cada uno.

A eso se añade la presión que produce generarnos expectativas respecto del impacto de esos contenidos. Si no se gestiona bien eso, mucha gente se obsesiona y se frustra, con su correspondiente estrés añadido.

En ese sentido, mi conclusión de estos meses de distanciamiento es reveladora: si dejas de publicar un tiempo, prácticamente nadie te echa de menos. Si no escribes o te ausentas, muy pronto se te olvida. Poca gente “necesita” leernos porque tiene ya un abundante menú de opciones para elegir. Uno no es, ni de lejos, un opinador imprescindible.

Y visto así, compruebas que no son las redes sociales las que te hacen una persona especial, sino las relaciones genuinas. Ese es un argumento más para confirmar lo que siempre he intuido: la única razón válida para estar aquí escribiendo es que a uno le guste, que uno disfrute mucho haciéndolo, al margen del efecto o resultados que consiga.

La idea es recuperar el control (ese que creemos tener, pero no) y ser más intencionales en el uso de los gadgets digitales. Por eso quizás necesitamos definir una especie depolítica personal de gestión de presencia en las redes sociales”, o sea, unas reglas o principios básicos de qué tipo de cosas publicar, y que no, y cuándo, en esas plataformas que nos exponen tanto, ocupan un tiempo infinito, y, para colmo, pertenecen a cuasi monopolios privados que se apropian de esos contenidos.

Aviso a navegantes: desengancharse demanda un desgaste inicial de energía para reorientar la atención hasta que la toma de distancia empieza a ser placentera. Es muy probable que mucha gente no tenga paciencia suficiente para llegar al momento en que el placer de la calma supere el coste de la renuncia. Como toda adicción, desmontar «deseos programados» exige tiempo y disciplina.

Capítulo aparte merece ese automatismo adquirido de querer capturar imágenes con el móvil en todos los sitios. Avanzo mi tesis: las constantes interrupciones que produce sacar fotos para publicar en las redes sociales estropean la fluidez íntima y penalizan la plena atención de los momentos que pretendemos registrar, pero ese es un asunto que trataré en mi siguiente post, el tercero y último de esta trilogía tan personal con la que he retomado el blog.

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Amalio Rey
2019.09.07

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Amalio Rey.

Director en eMOTools.
Málaga y alrededores, España.
Consultoría de estrategia y operaciones.
Actual: emotools.
Anterior: Universidad Carlos III de Madrid, SOCINTEC.
Educación: Instituto Superior de Relaciones Internacionales.
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https://twitter.com/arey

Fuente: Blog de Amalio Rey

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