(Recuperado desde las ruinas de Bligoo, QEPD)
Por Víctor Alba de la Vega
Compré y recibí hace un par de días el libro Predictably Irrational. The Hidden Forces that Shape Our Decisions, de Dan Ariely, profesor de Duke University. Este es de los autores que trabajan actualmente en el nuevo campo de “behavioral economics” o, como se conoce en castellano, “economía conductual”.
Entre otras cosas, es un intento por volver a darle un lugar a la psicología dentro de las ciencias económicas. No somos un homo economicus simplemente racional, como reza el de la economía neoclásica, sino que en nuestra toma de decisiones generalmente influyen factores irracionales. Los modelos de la economía conductual prometen no ayudarnos a comprender mejor nuestros procesos de decisión, sino también convertirse en una insoslayable de información a la hora de crear políticas públicas.
Nunca he estudiado cuidadosamente aspectos técnicos de economía, y solo tengo un conocimiento general de su historia y sus teorías. Sin embargo, la economía conductual me llamó muchísimo la atención desde la primera vez que leí algo al respecto; sin duda, por romper con el viejo cartesiano de la mente racional desligada del y, por otro lado, por la facilidad con la que, me parece, puede combinarse con las más actuales perspectivas darwinianas acerca de la evolución de la mente humana, tema que sí es de mi interés.
En efecto, si la mente humana es un producto evolutivo, tanto como el cuerpo humano, y si, en consecuencia, buena parte de nuestras conductas más instintivas y nuestras decisiones más intuitivas (económicas, morales, etc.) tienen que ver con nuestra particular historia evolutiva, bien haría la economía y sus políticas en tomar en cuenta nuestra particular naturaleza, en lugar de asumir, erróneamente, que somos y actuamos cotidianamente de acuerdo a un ideal de racionalidad.
El texto de Ariely será mi primer “oficial” con estos asuntos. Elegí este texto porque no pude resistir la tentación de su título. ¿Será que Ariely, experto en economía conductual, sabía cómo diseñar su título precisamente para “motivarnos” a decidir su libro? , del título lo que más llamó mi atención no fue el asunto “irracional”, que me parece obvio y ya ni siquiera polémico, sino lo de “previsiblemente” (“predictably”).
¿Cómo es que somos previsiblemente irracionales? ¿Si nuestra irracionalidad se puede predecir, es verdaderamente irracional? ¿La predicción no un patrón? ¿Y los patrones no son señal de cierta racionalidad? Y si en efecto somos predeciblemente irracionales, al incluir esta “irracionalidad” en las políticas económicas y públicas, ¿no se estaría racionalizando la irracionalidad, o algo así?
Apenas comienzo a leer el libro. Las preguntas anteriores son algunas de las que pienso hacerle al autor mientras leo su texto. Por ahora, he leído únicamente la introducción y algunas páginas de su primer capítulo: “La verdad de la relatividad” (“The truth about relativity”).
El texto pinta bien. Ariely describe, en la Introducción, cómo llegó a su área de investigación tras una experiencia dolorosísima: por varios años debió sobrellevar tratamientos médicos por las quemaduras de tercer grado que sufrió en 70% del cuerpo en un accidente. Su primera investigación versó sobre las maneras en que las personas enfrentamos el dolor, y cómo, específicamente, las enfermeras que generosamente le ayudaban en sus tratamientos, parecían ser víctimas de ciertos sesgos o prejuicios “inherentes” que afectaban la manera en que percibían el dolor de sus pacientes y por lo tanto cómo los trataban.
Tras esa primera investigación y después de haber realizado muchísimas otras más, las conclusiones de Ariely prometen ayudarnos a entender cosas como estas:
- ¿Por qué frecuentemente nos prometemos hacer dieta, pero nos olvidamos del asunto apenas llega el momento de ordenar el postre?
- ¿Por qué compramos cosas que realmente no necesitamos?
- ¿Por qué no se nos quita el dolor de cabeza si nos tomamos una aspirina que costó 5 pesos, pero sí se nos quita si la aspirina nos costó 250 pesos?
- ¿Por qué los Códigos de Honor realmente reducen la deshonestidad en los lugares de trabajo?
Mi lectura apenas comienza y no llego aún a las respuestas, pero, aparentemente, algo fundamental es la relatividad con la que percibimos y pensamos todo lo que nos rodea: los seres humanos –dice Ariely– no elegimos cosas en términos absolutos; no tenemos, por ejemplo, un sentido para saber cuál es el valor de un televisor LCD de 32 pulgadas marca Sony. Pero asumimos sin más que debe ser más barato que uno de 40 pulgadas. El punto es que solo podemos valorar las cosas dentro de un contexto, es decir, en relación con otras.
Y es al hacer esas comparaciones y contextualizaciones cuando, generalmente de manera inconsciente, tomamos decisiones que, vistas desde fuera, o tras el paso del tiempo, parecen ser irracionales. El tema de Ariely es que son previsiblemente irracionales. De eso, pues trata el libro; y ya me tocará luego hacer un recuento de si me parecieron o no convincentes sus explicaciones. Para empezar, Ariely nos abre el apetito –o nos acerca a sus posiciones– mediante una demostración gráfica de la relatividad:
El dibujo es claro por sí mismo. Los dos círculos negros son del mismo tamaño; pero los vemos más grandes o más chicos dependiendo de lo que tengan alrededor. Lo importante, según Ariely –y, en esto, concordarían otros psicólogos de inclinación evolucionista– es que esto es más que una curiosidad: así está hecha nuestra mente; es decir, no podemos no ver las cosas que nos rodean sin relacionarlas con otras. No vemos fuera-de-contexto. Y esto, pues, sería parte de nuestra específica naturaleza humana. Lo que más me interesa es ver las consecuencias que deriva Ariely.
Tengo también abiertos un par de textos introductorios para quienes, como yo, somos legos en estas materias y que, tras una ojeada, me parecen útiles:
“Behavioral Economics: Past, Present, and Future” de Colin F. Camerer [link a pdf]
“Predeciblemente irracionales” de Juan Carlos Jobet [link a pdf]
Y también es posible decidir (¿racionalmente, irracionalmente?) no leer el libro e ir directamente al audiovisual (muy recomendado, por cierto); o bien, ver el video y luego leer el libro (esta, creo, sería la opción racional…):
http://www.ted.com/talks/view/id/548
Esta entrada se publicó el Friday, October 22nd, 2010 (12:30 pm)
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Fuente: Víctor Alba de la Vega
Imagen 1: Homer Simpson
Imagen 2: Ejemplo de relatividad
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