(Recuperado desde Bligoo, QEPD)
La empatía y la cognición social
Dr . Rafael H. Pagán Santini
Diariamente
nos encontramos con personas con las cuales interactuamos,
intercambiamos saludos, opiniones y probablemente acordemos alguna
acción en conjunto. Aunque la interacción fue automática y el encuentro
fue fluido, el éxito del encuentro demanda cierto
de destrezas cognitivas.
Por ejemplo, la interacción apropiada con otra
persona requiere que primero reconozcamos que la otra entidad sea
verdaderamente otro agente mental, en posesión de un estado psicológico
interno diferente al propio nuestro.
Habiendo hecho esto, debemos
intuir sus motivaciones, sus sentimientos y sus creencias por debajo de
su comportamiento individual, de forma rápida y correcta, mientras
mantenemos en mente que, aunado al estado mental del momento las
personas poseen características disposicionales estables (personalidad)
que influyen en sus acciones.
Finalmente debemos computar cuánto
nuestro propio comportamiento influenciará a la otra persona, tanto para
actuar de manera apropiada socialmente, como para manipular el estado
mental del otro y su comportamiento concomitante (como cuando se intenta
llevar una complicada o persuadir a alguien de actuar de una manera determinada)(1).
Así
pues, la comprensión del comportamiento o de la forma de tomar
decisiones de otra persona dependerá de la capacidad para experimentar
de forma vicaria los estados emocionales de éste.
En otras
palabras, la empatía, esto es, la habilidad para entender las
necesidades, sentimientos y problemas de los demás, poniéndose en su
lugar, influirá en nuestro comportamiento social; permitiéndonos
comprender correctamente las reacciones emocionales del otro. En las
últimas décadas se ha resaltado la relevancia de la empatía en la
disposición pro–social de las personas y su función inhibitoria de
agresividad e, inclusive, en el desarrollo moral de las personas.
El
concepto de empatía acarrea la sensación de sentir los sentimientos de
otros. En latín, la palabra significa, “sentir adentro” o “sentir con”(2).
La respuesta empática incluye la capacidad para comprender al otro y
ponerse en su lugar a partir de lo que se observa, de la información
verbal o de la información accesible desde la
(toma de perspectiva), y la reacción afectiva de compartir su estado
emocional, que puede producir tristeza, malestar o ansiedad.
Así,
la empatía debe favorecer la percepción tanto de las emociones
(alegría, tristeza, sorpresa) como las sensaciones (tacto, dolor) de
otras personas. Por ello, la empatía desempeña un papel central en la
disposición pro–social de las personas y en su supervivencia, ya que
ésta depende de la habilidad para funcionar de manera óptima dentro del
contexto social, para lo cual es fundamental comprender lo que sienten
los demás (3).
De acuerdo con J.P Mitchell (4),
una de los retos más importantes de la cognición social es entender las
fuerzas que gobiernan el comportamiento de las otras personas. A
diferencia de los objetos inanimados, al comportamiento de las personas
se les puede atribuir un estado mental inobservable. Citando a Daniel Dennett, Mitchell
explica que los perceptores entienden a otras personas y predicen como
estos van actuar adoptando su “postura intencional”, asumiendo que las
personas están motivadas por sus creencias, deseos, sentimientos y metas
actuales. Por lo tanto, un reto fundamental para entender a otras
personas es la habilidad para inferir qué pudiera haber debajo de esos
estados mentales.
La empatía es, pues, una forma de cognición social
y, en esta última se incluye al conjunto de operaciones mentales que
subyacen en las interacciones sociales, y que incluyen los procesos
implicados en la percepción, interpretación y generación de respuestas
ante las intenciones, disposiciones y conductas de otros (5). La
cognición social, por tanto, es crítica para el funcionamiento en
comunidad. Sin ésta, sería imposible la interacción entre sujetos en su
ambiente social. La disfunción en el área cognitiva llevaría al sujeto a
percibir menos lo social, a reacciones inesperadas hacia el otro y, con
el tiempo, a la retirada social.
Además, la empatía es una forma
de inferencia psicológica en la que la observación, la memoria, el
conocimiento y el razonamiento se combinan para poder comprender los
pensamientos y sentimientos de los demás. El aspecto cognitivo de la
empatía está muy relacionado con la capacidad para abstraer los procesos
mentales de otras personas. A esta capacidad se le ha denominado “teoría de la mente”
(ToM) o inteligencia social. Consiste principalmente en poder inferir
las intenciones y creencias de los demás, capacita a la persona para
conceptualizar los estados mentales de otras y así poder explicar y
predecir gran parte de su comportamiento. En la , la ToM es de los principales modelos explicativos del déficit que aparecen en diversos trastornos, como el autismo y la esquizofrenia.
Otro
componente de la empatía es el emocional. Al tratar de comprender y de
ponerse en el lugar del otro, la persona se acerca al estado emocional
del otro y reacciona. Popularmente, una persona empática es aquella que
entiende los estados emocionales del otro, aunque en realidad, más que
entender o apreciar los sentimientos de otros, es representar en sí
mismo lo observado en otros.
Cuando Theodore Lipp
introdujo el concepto de empatía (Einfühlung), destacó el papel crítico
de la “imitación interior” de las acciones de los demás. Comparado con
los individuos no empáticos, los individuos empáticos muestran una mayor
imitación no consciente de las posturas, manierismos y expresiones
faciales de otros. De acuerdo con Luis Moya–Albiol, esta representación de la acción de los otros modula y forma los contenidos emocionales de la empatía (6).
Tanto
la empatía como la imitación son dos procesos automáticos que dependen
de la representación interna. Un individuo reconoce las emociones de
otros, habitualmente expresadas por gestos corporales y/o faciales,
mediante la representación interna de dichas emociones y mediante
imitación.
Parte de la
neuronal de la empatía radica en las neuronas espejo localizadas en la
corteza premotora y parietal. Los actuales modelos neurocientíficos de
empatía postulan que un estado ,
perceptivo o emocional determinado de un individuo activa las
correspondientes representaciones y procesos neuronales en otro
individuo que observa ese estado (7).
Las neuronas espejo
de las áreas premotoras, no tan sólo están implicadas en el
reconocimiento de una acción determinada, sino también, están
involucradas en la comprensión de la conducta de otros. En este sentido,
como señala Iacoboni M., entender una intencionalidad es inferir
un nuevo propósito que está por llegar, procesos que el sistema motor
del cerebro realiza de forma automática.
Miércoles, 17 de febrero de 2010
1 John T. Cacioppo; Penny S. Visser, and Cynthia L. Pickett, Social Neuroscience, (2006) Cambrige, Mass, MIT Press, p. 64.
2 Bernard J. Baars and Nicole M. Gage; Cognition, Brain, and Consciousness (2007), Boston, Mass, Academic Press p. 392.
3 Rev Neurol 2010, 50 (2), p. 89–100.
4 Ibid, p68.
5 Kunda Z. Social Cognition, 1999, Cambrige, Mass. MIT Press.
6 Ibid. 92.
7 Behav. Brain Sci., 2002; 25, 120.
Si desea más información sobre esta columna puede escribir al correo electrónico rhpmedicus@yahoo.com
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Fuente: La Jornada de Oriente
Imagen: Empathy http://www.divavillage.com/images/Oct05/empathy708.jpg
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