La sociedad cansada.
Por David Barreda.
Procesos y Aprendizaje.
De la sociedad disciplinaria a la del rendimiento y a la del cansancio |
Ya… ya sé que me estoy pasando… y que los títulos de mis últimos posts no reflejan mucha alegría y buenrollismo… que si el saber estorba, que si la experiencia devaluada, que si somos profesionalmente prescindibles, o incluso el de la sublimación profesional inversa… no sé… esto no vende…
…como siga así no me voy a comer un colín en el mundo del desarrollo personal y tal… Qué puto desastre… con lo blanquita que me había quedado la web…
…y para colmo este fin de semana me he ido con lo peor de lo peor. Me he juntado con una mala compañía, de esas que te enseñan a fumar y eso… porque Byung-Chul Han es a la industria del optimismo como la kriptonita para Supermán… el amigo del que tu madre desconfía… el tipo del que los chulitos rehúyen porque no saben cómo contestarle…
Pero amigos, amigas… no os engañemos, cada día tengo más claro que mi trabajo consiste en dinamizar el pensamiento individual y colectivo… y si no me lo dinamizo yo primero y le doy un poquito de rock and roll a mis neuronas voy listo…
…además, necesitamos de enfoques que nos confronten sin piedad, de puntos de vista que cuestionen nuestros pasos con argumentos sólidos y razonados. Será esa la única forma de darle estabilidad y rigor a nuestros planteamientos… si soportan la confrontación, claro… y si no la soportan, deberíamos rendirles agradecimiento de por vida.
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Byung-Chul Han…
…está considerado como uno de los filósofos más significativos del pensamiento actual. Surcoreano, nació en 1959, y tras sus estudios de metalurgia se fue a Berlín (sin saber una pizca de alemán y mintiendo a sus padres) para estudiar literatura (que era lo que quería) … al parecer, y como aún leía demasiado despacio en Alemán se pasó a la filosofía ya que “para estudiar a Hegel la velocidad no es importante. Basta con poder leerte una página por día”, (qué huevos).
Te dejo dos enlaces por si quieres saber algo más de él, este de El País y este de la Wikipedia.
Os confieso que mi interés por este hombre tiene que ver con una inquietud que me acompaña desde hace tiempo y que se refleja en la sensación de que algo no estamos haciendo bien los que nos dedicamos a trabajar con personas desde una perspectiva “positiva”, es como si no cuadrara algo.
En este punto, me voy encontrando con referencias y escritos de Byung-Chul Han que parecen ponerle ‘las palabras precisas’ a esta inquietud…
…hasta que este finde, por fin, me he leído “La sociedad del cansancio”, uno de sus ensayos (que también me recomendó recientemente una alumna caótica)…
…de esta obra, comparto alguna de las ideas que me han resultado más inspiradoras de cara revisar muchas de las formas en las que trabajamos, e incluso muchas de nuestras propuestas como profesionales que trabajan con personas y equipos.
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La sociedad del rendimiento
Según Han, hemos pasado de una “sociedad disciplinaria” (con normas definidas y permanentes, instituciones encargadas de hacerlas valer, y un mundo profesional predecible y regulado) a una “sociedad del rendimiento”.
En la “sociedad del rendimiento” el individuo es emprendedor en sí mismo y los proyectos, las iniciativas y la motivación rigen el devenir de las personas. Además, existe un exceso de información (accesible e inmediata) y un exceso de estímulos que nos invitan a mantenernos en una constante actividad. Quien no se mueve parece que es porque no le da la gana.
Nos repetimos constantemente eso de que vivimos en un entorno VUCA, por lo que afianzamos la creencia de que vivimos en un mundo efímero e inestable, nada es constante y duradero… ante este contexto, surgen el ‘nerviosismo’ y la ‘intranquilidad’… a la que reaccionamos, en esta sociedad del rendimiento, con mecanismos como la hiperactividad, la histeria del trabajo y la producción… en búsqueda de una mayor y mejor seguridad.
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El lado oscuro de la positividad
Han nos cuenta que el verbo que define a la sociedad del rendimiento es “poder”, en el sentido de tener la facultad, la facilidad o la posibilidad de hacer algo o, dicho de otra forma, en el sentido del “si quieres puedes”.
Así, hemos pasado de la arcaica sociedad del ‘deber’ a la sociedad del ‘poder’ y la ‘capacidad’, solo que el deber tiene un límite (el que te marca la obligación) y la capacidad, por el contrario, no lo tiene, está abierta y siempre admite un paso más.
Así, vivimos en un mundo saturado de positividad, una positividad que tiene sus efectos anímicos. El exceso de positividad hace creer a la persona que está en condiciones de hacerlo todo. Además, la idea del “yo ideal” resulta potentemente seductora y la industria del optimismo nos ofrece mil y una vía para configurarla y hacerla real.
En este escenario, ante el “yo ideal” el “yo real” aparece como un fracasado abrumado a base de reproches más o menos explícitos. Las personas entran en una competición contra sí mismas, juegan a superarse constantemente. Nos convertimos en ‘proyectos’. La persona siente que tiene un universo de posibilidades que no termina de optimizar, como dice Han, “el sujeto que está obligado a rendir se mata a base de autorrealizarse”.
Hoy en día, es casi imposible huir de mensajes que te invitan a crecer, a desarrollarte, a transformarte o a reinventarte… aún a juego de diluir nuestra identidad, para poder adaptarnos a un contexto sin forma, en el que poder rendir más.
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Like a Hamster
En este contexto, hay quienes activan sus iniciativas y quienes no. Los primeros corren un serio peligro de caer en una despiadada ‘autoexplotación’, y los segundos corren el riesgo de sentirse unos ‘fracasados’.
La movida es que, en este escenario, donde cada uno cree es dueño de su destino, se llega a “la explotación sin dominio”. Me explico, donde antes había un patrón y por tanto se podían presentar ciertas resistencias ante quién nos explotaba, ahora está el propio individuo, sujeto de producción con proyecto profesional propio quien decide los recursos que va a emplear en su desarrollo profesional, la energía que va invertir, el número de horas que va a dedicar… generándose la ilusión de que cuanto más activo se vuelve, más libre es, más capacidad de decisión gana…
…encerrándonos en nuestra particular rueda de hámster hiperconectada e hiperactivada, donde ‘aparentemente’ no estamos sometidos a nadie.
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Consecuencias
Una de las principales consecuencias de la sociedad del rendimiento es que produce un exceso de cansancio, y un agotamiento total en las personas. Al final, como dice Han, “el exceso del aumento de rendimiento provoca el infarto del alma”.
Según el autor, si la sociedad anterior generaba locos y criminales con respecto a quienes se salían de la norma, la sociedad del rendimiento actual genera depresivos y fracasados, ya que ante una exposición abrumadora de recursos y posibilidades surge el sentimiento de insuficiencia e inferioridad o el miedo al fracaso.
El individuo se mata a base de autorrealizarse o a base de optimizarse. El sujeto que se siente forzado a rendir termina quedando extenuado. Termina “cansado, hastiado de sí y harto de pelear contra sí mismo”.
Byung-Chul Han describre como consecuencias mayores de nuestra era “enfermedades neuronales como la depresión, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, el trastorno límite de personalidad o el síndrome de desgaste ocupacional”.
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El cansancio despierto
Terminaría el post aquí, la verdad, ya que el objetivo del mismo es generar una reflexión en este sentido… una reflexión que nos permita, en la medida de lo posible, parar y revisar nuestras propuestas, la orientación y los efectos de las mismas.
Las personas que trabajamos con personas, desde una filosofía humanista y positiva, tenemos la obligación moral de no dar la espalda a este tipo de reflexiones. Considerar ÚNICAMENTE los efectos positivos de nuestro trabajo es una temeridad, un sesgo y una pérdida de visión estratégica.
Es incómodo pensar que podemos estar contribuyendo, en alguna medida, a generar alguna víctima de la sociedad del rendimiento… si no somos nosotros ya una de ellas, convirtiéndonos en apóstoles de la hiperproductividad e invitando a la autorrealización personal a través del ejercicio armonioso de nuestras competencias profesionales… obviando lo demás, por mucho que lo consideremos “integrado”…
…y no caigamos en respuestas facilonas de que las estrategias de desarrollo personal ya prevén la conciliación de lo personal con lo profesional, cuando en esta “sociedad positiva” los índices de insatisfacción laboral son del 60%, siendo la sobrecarga de trabajo el principal motivo de estrés.
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Ante este cansancio frenético y al mismo tiempo insaciable de actividad, Byung-Chul Han hace referencia en su ensayo a otro tipo de cansancio, el “cansancio despierto”, que es el cansancio que pide pausa, sin más ánimo que el de ‘parar’, sin reproches ni culpabilidades.
El primer cansancio agota pero pide más, porque necesita rendir todo el tiempo. El segundo pide parada y descanso, y es el que permite otras formas de atención, más lentas, que nos sustraen de la efímera y constante hiperatención a la que estamos condenados… quizás sea desde ahí, desde donde encontremos otras perspectivas y otras respuestas más allá de las aparentes…
… paremos. Feliz semana.
Por David Barreda
11 diciembre, 2017
David Barreda Carrillo
Formador, Coach, facilitador de procesos de desarrollo personal para el empleo y marca personal. Procesos de Inteligencia Emocional colectiva.Huelva y alrededores, España.
Formación profesional y capacitación.
Actual: Procesos y Aprendizaje.
Anterior: EMCOFEANTRAN, Centro de Estudios Academo, Centro de Formación del Profesorado_Huelva-Isla Cristina.
Educación: Universidad de Huelva.
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Fuente: Procesos y Aprendizaje
Imagen: Stress society
Del mismo autor:
David Barreda:- - De la sociedad disciplinaria a la del rendimiento y a la del cansancio
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