Guía de comportamientos tóxicos.
Por David Criado.
Iniciativa Vorpalina.
“Incluso en los peores momentos de la vida de un ser humano, lo que hace
que todo sea soportable son las maneras: el carácter moral de las personas pero
por supuesto además la forma en la que ese carácter moral se manifiesta”. Arturo
Pérez-Reverte (escritor de ficción histórica, periodista retirado, ex-reportero
de guerra durante 21 años; entrevista de Iñaki Gabilondo)
Hay comportamientos que huelen mal.
Tienen que ver con los contenidos, pero sobre todo con las formas. Hoy hablaré de
ellos, me detengo a escribir sobre un tema complicado. Hablar sobre cómo detectar
y enfrentar comportamientos dañinos propios y ajenos no es fácil.
Resulta aún más complicado aportar una
perspectiva diferente a lo que ya se ha escrito sobre el tema. El lector o lectora
encontrará amplia literatura sobre esto en su librería habitual y a lo largo y ancho
de la red (incluido este mismo sitio). Sin embargo hoy le aportaré una propuesta
diferente.
Sacaré a relucir en este texto una de
mis venas -la de humanista cristiano- y la pondré a palpitar sobre las teclas. En
consecuencia no espere algo que no sea extraordinario. Pretendo hacerle creer en
las enormes posibilidades de mejorar su propia vida que tienen tanto usted como
otros. Comenzamos.
El eterno poder de saber relacionarnos
Defiendo que toda persona per se
tiene amplias dotes y capacidades relacionales que debe entrenar para enfocarlas
de forma saludable y beneficiosa para sí misma y para otros. Adquirimos gradualmente
estas capacidades en sus formas y contenidos desde nuestra infancia, desde esa etapa
de cría donde aprendemos a vivir. Pero es en nuestra edad adulta donde con más crudeza
y frecuencia las ejercitamos.
Estas capacidades relacionales avanzadas
nos han hecho evolucionar hasta formar enormes sociedades relacionales de millones
de individuos. La historia de esta evolución continua se repite en el tiempo. Pasamos
de las relaciones familiares a las tribales; de las amistades inmediatas a las asociaciones
por interés, poder o derecho; de las organizaciones para lograr un fin mutuo a las
sociedades de convivencia que conforman culturas humanas complejas y enriquecedoras.
Por lo que sabemos hasta ahora ningún
otro ente en el Universo ha sido capaz de estirar y hacer que de tanto de sí esa
bacteria unicelular inicial de la que todos provenimos hasta convertirla en algo
parecido a lo que hoy llamamos Humanidad y humanidad (con mayúscula y minúscula).
Salvo el propio Universo (Naturaleza) en sí mismo -que supera inmensamente nuestra
capacidad relacional- nada nos supera a nivel relacional.
Además de enormes aciertos, hemos cometido
y cometemos enormes errores en este proceso de evolución relacional. Los pagamos
ahora y los seguiremos pagando como personas y como especie en el futuro. La mayor
parte del tiempo disfrutamos agradablemente las bondades de nuestras capacidades
relacionales avanzadas.
Pero en ocasiones también sufrimos de
forma dolorosa los perjuicios que puede provocar un comportamiento humano nada saludable.
Esta enorme fortaleza nos da, en otras palabras, le da al Hombre la difícilmente
limitable capacidad de hacer disfrutar y sufrir a sí mismo y/o a otros.
Ningún reto debería ser más inspirador
y motivador para una persona que el de saber poner en juego sus capacidades relacionales
consigo mismo y con otros aprendiendo su valor, y estableciendo límites para el
beneficio propio y el de todos.
No hay personas tóxicas
El camino más corto que usted encontrará
para hallar la felicidad consiste en no juzgar nunca a las personas por completo
sino a cada una de sus acciones en concreto.
En contra de lo que defiende la mayor
parte de literatura pseudocientífica y científica sobre el tema, liderados por Bernardo
Stamateas y su instant coffee book, intentaré no cumplir con el procedimiento
acostumbrado que algunos profesionales defienden a la hora de trabajar comportamientos
dañinos.
Este procedimiento -que no respetaré
en la medida de mis posibilidades- defiende que en primer lugar es necesario marcar,
identificar o señalar a determinados arquetipos conductuales o personas como “tóxicos”,
y en segundo lugar es necesario que usted -lector o lector- huya o se aparte de ellos,
a menudo -así lo defienden- sin dar mayor explicación.
Usted -lector o lectora- tanto como
yo, es libre de querer relacionarse o no con otros, es decir de querer buscar o
evitar a alguien. Esto creo que entra dentro de lo razonable. Hay personas que nos
parecen soportables y otras que nos parecen insoportables. En nuestra familia, nuestros
amigos y en las relaciones de pareja o trabajo hay personas con las que nos gusta
ser y otras con las que solo nos gusta estar.
Bajo este criterio usted -como yo- configura
su red de relaciones inmediata y extendida, y articula su conducta dentro de sus
posibilidades. Esto es una cosa. Pero otra muy distinta es tomar la estrategia de
la evitación como pauta válida o siempre recomendable para gestionar los comportamientos
poco saludables de uno mismo o de otros. Evitar algo -no lo olvide- nunca es superarlo.
Las personas no somos medicamentos caducados,
ni productos químicos irrespirables, ni enfermedades contagiosas. Por eso -¡maldita
sea!- no hay personas tóxicas, es decir, personas venenosas en sí mismas. Las personas
acumulamos hábitos adquiridos, experiencias vitales, educaciones, culturas, lecturas
de la realidad, relaciones,… Somos cuerpos y mentes en permanente cambio y adaptación.
No somos yogures caducados a los que tirar y no acercarse.
Evolucionamos y tenemos siempre dos
opciones poderosas: hacer que otros quieran cambiar o cambiar nosotros. Nadie -lo
hemos descubierto ya muchos- nadie cambia si no quiere. Pero aún en el caso de que
esa persona no quiera cambiar, nosotros sí podemos cambiar nuestra actitud respecto
a ella. En esto segundo se encuentra el área de responsabilidad de la que usted
es propietario. Y huir de algo o alguien no es nunca responsable.
Las personas somos personas. Usted es
una persona y se debe a su propia especie. No evada la responsabilidad de aceptar
que otra en todo momento también lo es. Puede que usted o yo o esa persona en la
que piensa, pasemos por malos momentos alguna vez y puede que esos malos momentos
se alarguen demasiado (a veces vidas enteras) y nos condicionen adoptando comportamientos
dañinos para nosotros mismos o para otros.
Pero nadie -digo NADIE- tiene derecho
a escribir un libro o mil para decirnos que usted o yo o esa persona somos tóxicos.
Nada hay en excluir o apartar a otros de la sociedad y de las relaciones salvo un
tóxico ejercicio de soberbia.
Solo cuando la certeza en nuestras propias
convicciones es mayor que nuestra compasión por otros, podemos entonces afirmar
que hemos perdido la batalla.
Qué es un comportamiento tóxico
De algún modo he descubierto en mi vida
y en el ejercicio de mi profesión que un comportamiento tóxico es un acto o conjunto
de actos que consciente o inconscientemente hacen daño a uno mismo y/o a otros.
Defiendo que un comportamiento es tóxico si cumple alguna o todas
estas premisas:
·
Cuando solo aporta sentimientos negativos
(de miedo, culpa, insatisfacción, frustración,…) sin aportar ningún sentimiento
positivo (de reconocimiento, satisfacción, alegría, disfrute,…)
·
Cuando parte de una tiranía emocional
(autoafirmación del ego y de la realidad propia por encima de la realidad o sentimientos
de los otros)
·
Cuando reproduce (es decir, parte o imita)
otros comportamientos tóxicos anteriores generando un bucle emocional negativo
en uno mismo o en los demás
·
Cuando genera (es decir, provoca) comportamientos
tóxicos en los demás contagiando conflicto o dolor.
Es posible por tanto identificar este
tipo de comportamientos y trabajarlos
para que no afecten a la salud mental del individuo o grupo que los experimenta.
Pretendo aportarle -lector o lectora-
tips rápidos para que usted identifique comportamientos tóxicos de acuerdo a frases
o acciones comunes. Si usted quiere ampliar detalles o disponer de una guía más
avanzada sobre comportamientos tóxicos cuenta con amplia literatura en la red. Contraste
fuentes de forma crítica. Este tan solo será un listado práctico que le servirá
de guía rápida para detectarlos y actuar de acuerdo a su criterio e intereses.
Personalmente considero que los siguientes
cuarenta y tres comportamientos tóxicos
-realizados de forma continuada- harían que para mí una persona fuera poco o nada
atractiva para tomar una cerveza, mantener una conversación, contratarle, cerrar
un acuerdo, salir conmigo o darme a conocer.
Cuando algo de todo esto o mucho de
todo esto le ocurre a una persona, yo se que algo no va bien:
- No escuchar al otro. No parar de hablar. Interrumpir.
- No poder ni saber estar solo. No sentir la necesidad de estarlo.
- Cuestionarlo todo. Instalar en la duda a sí mismo y a otros. Parálisis por análisis.
- No cuestionarse nada. Muerte por ignorancia.
- Ser incoherente. No cumplir con lo que dice.
- Tener la necesidad de estar continuamente ocupado en algo.
- No conocer, respetar ni disfrutar el silencio.
- Vivir para convencer a otros. Hacer de tu vida un teatro comercial continuo.
- No practicar la empatía sino la simpatía. Juzgar la vida de los otros en función de mi modo de vida, mi forma de ser y mis ritmos, y no en función de los suyos.
- No respetar la autonomía de los demás. Hacer las cosas cuando, cómo y donde yo digo. Decidir por otros sin consultarles. Imponer tu opinión o acciones. Dar por hecho la voluntad de otros y enfadarse o considerarles enemigos si no aprueban nuestra tiranía.
- Ser un cadáver. No estar interesado por otras vidas o por otras experiencias.
- Ser temerario. Solo estar interesado en otras vidas o en otras experiencias.
- Ser poco práctico. Dar más trabajo a una persona del que tendría si no hubiera confiado en tí para resolverlo o ayudarle.
- Creer en la completa disponibilidad del resto a tus propuestas y no tener disponibilidad para sumarte a las de otros.
- Actuar y vivir solo a partir de los propios sentimientos. No tener en cuenta los sentimientos de la otra persona.
- Criticar negativamente a otros o señalar sus defectos sin aportarles opciones de mejora o reconocimiento.
- Compararse con los demás para ponerse en valor a uno mismo.
- No tener miedo.
- Tener solo miedo.
- Experimentar de forma repetida todo tipo de vergüenza ajena.
- Tener solo vergüenza propia.
- Ser un cenizo. Hablar solo de experiencias negativas.
- Destacar por medio de la provocación o la extravagancia exterior.
- Juzgar a las personas y no a sus acciones.
- Tener la necesidad de agradar a todo el mundo.
- Tener la necesidad de no agradar a nadie.
- Expresarse en términos absolutos. Conmigo o contra mí.
- Buscar la cantidad y no la calidad.
- No tomar decisiones. Poner continuamente excusas para no actuar. No hacer nada para cambiar algo que cree que está mal, sino solo hablar de por qué cree que está mal. Estar continuamente “intentando” y no “haciendo”.
- Hablar en exceso de uno mismo. Tener exceso de autoestima. Creerse mejor que todos los demás en algo aunque lo sea.
- No hablar nunca de uno mismo. No tener autoestima. Creerse peor que todos los demás en algo aunque lo sea.
- Quejarse de la realidad que tiene sin aceptar la realidad que él provoca.
- Necesitar la desgracia ajena para alcanzar la gracia propia.
- Expresarse desde el rol de víctima (lo que me ocurre y me pasa) y no desde el rol de protagonista (lo que podría hacer o lo que pienso con lo que me pasa).
- Ser desagradecido. Envidiar la realidad de otros de forma poco saludable, es decir sin poner en valor la realidad propia.
- No alegrarse con el crecimiento de otros a los que aprecia. No alegrarse por las alegrías de otros.
- No ser compasivo con la realidad de otros a los que aprecia. No acompañar y ser comprensivo ellos.
- Hacer que su felicidad dependa de las acciones de otros y de sus consecuencias.
- No tener sentido del humor. No reírse de uno mismo ni de sus errores.
- Burlarse de otros. Reírse de los demás.
- Tener mucha prisa siempre. Ser más rápido que íntegro.
- Vivir solo para ser fiel a uno mismo olvidándose de otros. Muerte por principios.
- Vivir tan solo para ser fiel a los demás olvidándose de uno mismo. Muerte por confluencia.
Los dos mayores antídotos contra un
comportamiento tóxico son, no me cabe duda, el sentido del humor (relativiza, relaja
y distiende), el diálogo significativo (construye y aporta razonamiento lógico),
y la generación de confianza (el paso del tiempo y la construcción
de una relación mutua).
Opino por último que toda persona tiene
derecho a agotarse de sí misma y de otras, y a marcar a menudo distancias saludables.
Creo que es nuestro deber y responsabilidad trabajar para que las personas que nos
rodean mejoren pero quizás es mucho más importante ser conscientes de que solamente
ellas nos harán saber o entender cuándo pueden y quieren mejorar.
on Ene 12, 2016
David Criado
Facilitador | agente de cambio. Madrid y alrededores, España.
Formación profesional y capacitación
Actual: Iniciativa Vorpalina, Izada, Espacio de desarrollo
personal y profesional, MILVIDAS.
Anterior: everis, IN2 - INGENIERIA DE LA INFORMACION, Indra.
Educación: Autodidacta.
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Fuente: Iniciativa Vorpalina
Imagen: Toxic behaviours
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Del mismo autor:
David Criado:
- - No hay personas tóxicas. Guía de 43 comportamientos tóxicos
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