La tristeza en los días especiales.
Por Josep Marc Laporta.
Vivir para Vivir.
La tristeza en los días especiales: Reacción a la presión social |
En nuestro calendario hay días señalados que a un considerable número de personas les provoca tristeza. Son aquellas fechas destacadas como los cumpleaños, el casamiento de algún amigo, el aniversario de boda, algún evento importante o, incluso, los días de Navidad.
Muchas veces, al acercarse esas fechas o al vivirlas nos sentimos insatisfechos, incómodos, con una sensación de tristeza latente que no concuerda con lo que socialmente sucede a nuestro alrededor, aparte de episodios de estrés y agobio.
Quien lo sufre siente que vive en una seria contradicción, ya que lo que en teoría tenía que ser un día de alegría, se convierte en todo lo contrario. El sentimiento de tristeza se apodera sin saber por qué ni cómo sucede esa contradicción.
A veces es la asistencia a una boda o a los casamientos en general; en otras personas sobreviene con los propios cumpleaños; otras lo viven especialmente en las fechas de Navidad; y así sucede en otras ocasiones especiales. Y pese a que los afectados intentan superarlo, no existe una razón justificable para ese malestar y abatimiento
Pero hay quienes tienen causas justificadas para sentirse tristes. La pérdida de un ser querido o problemas concretos con alguna persona pueden conducir a un estado transitorio de depresión cuando se acercan esas fechas. En estos casos, la reacción se puede entender y es más justificable.
Pero ¿qué sucede cuando no existen razones objetivas ni subjetivas para estar tristes?
Vivimos en una sociedad presionada por la inmediatez de la información, los medios de comunicación y la publicidad, que nos empujan a sentirnos bien por obligación. La reducción de nuestros sentimientos a una obligatoria felicidad en días señalados o en momentos estipulados por el devenir social es una factura emocional que muchas personas acaban pagando con la tristeza.
Los roles sociales de las fiestas y las celebraciones nos exigen estar a la altura de las circunstancias, comprometiendo nuestra estabilidad emocional. Por ejemplo, en Navidad hay que estar contentos y felices, o el día de nuestro cumpleaños tiene que ser mágico y excepcional, recibiendo parabienes y felicitaciones por todas partes.
Esta obligatoriedad hace que nuestras emociones se vean afectadas, sufriendo un apremio que no hemos construido nosotros mismos. Es una presión impuesta por un día o por un hecho destacado que presiona nuestra forma de ser y la particular y regular vivencia de las emociones y sentimientos.
Cuando alguien o algo nos impone ser felices en un día señalado o en una fecha concreta, no somos nosotros los que construimos nuestra felicidad sino los sucesos dirigidos. Esta situación es la que provoca el desajuste emocional. Habitualmente somos nosotros mismos quienes construimos nuestra felicidad diaria.
El esfuerzo y la dedicación que ponemos en el trabajo, en las relaciones sociales o en la familia, son los que nos proporcionaran más tarde la dicha y el contentamiento. Es decir, a nuestro bienestar emocional llegamos a través de nuestro trabajo y dedicación, y por la culminación de ello. Por lo tanto, es un bienestar pleno y consciente, porque nosotros mismos lo hemos diseñado y trabajado.
Pero no ocurre así con la felicidad impuesta por obligación, por unos días en los que imperativamente tendremos que estar con buen ánimo y contentos, porque no la hemos elaborado con nuestro esfuerzo y dedicación.
Huyendo de la tristeza de los días especiales
1. Vivir esas fechas como si fuera un día corriente.
Para eludir sensaciones de tristeza que perturben un momento señalado, es conveniente reducir la incidencia de este día especial, convirtiéndolo en un poco más corriente. Sin quitarle todo su encanto, es necesario tratarlo como un día normal, de ámbito regular, haciendo lo que haríamos cualquier otro día del año.
2. Realizar alguna actividad totalmente opuesta a las habituales en esos días.
Cambiar los hábitos es una buena manera de quitar trascendencia a esas fechas que nos perturban. Si normalmente en ese día tenemos el descanso semanal, cambiarlo por laborable; si usualmente quedamos con las amistades en cierto enclave, hora y forma, realizar otra actividad totalmente distinta, en diferente lugar, en distinto horario y contenido.
3. Hacer un viaje de placer o vacacional en esas fechas.
Si la tristeza acostumbra a llegarnos en las fechas de la Navidad o en algún aniversario, tomar vacaciones hacia a algún lugar desconocido y sin concordancia con nuestro lugar y ámbito de residencia o relaciones. Esta desconexión nos permitirá vivir este tiempo más relajados y sin la presión del entorno. No obstante, en años sucesivos no sería necesario volver a hacer otro viaje, ya que, probablemente, la anterior salida nos habrá permitido una parcial o prácticamente total renovación.
4. Ejercitar la construcción de nuestra felicidad por medio de actividades sociales que desemboquen o concluyan en ese día o días.
Si la Navidad es la que nos proporciona tristeza, preparar o participar en alguna actividad de carácter social o humanitario; además de estar saludablemente ocupados, nos permitirá vivir una nueva dimensión de las necesidades y relaciones humanas.
Si las bodas de las amistades nos son motivo de congoja, involucrarnos en la gestión o preparación de alguna faceta del acto que nos mantenga atareados y que resulte en beneficio del colectivo; cualquier actividad insospechada puede ser un buen aliciente para ser útiles y vivir con otro espíritu el momento que nos ha tocado vivir.
Si nuestro aniversario nos causa tristeza, preparar algún acto especial en favor de alguien o de alguna entidad social, educativa o cultural; es decir, que nuestro aniversario tenga un contenido más allá de la puntual celebración, construyendo nuestra felicidad por el esfuerzo con propósito.
5. En gran parte, nuestra felicidad depende de lo que nosotros mismos edificamos.
Tendemos a pensar que la felicidad es algo que llega por arte magia o que se regala. De esta manera podemos llegar a pensar que la celebración de un cumpleaños o una fecha señalada nos hará más felices y plenos.
Pero no es así, ya que cualquier sensación de felicidad que podamos tener proviene de lo que anteriormente hayamos construido con nuestro propio esfuerzo. Una felicidad sin fondo es aquella que depende de los acontecimientos externos para llenar lo que sólo internamente puede ser completado.
©2011 Josep Marc Laporta
Josep Marc Laporta:
Nacido en Barcelona (1959), Josep Marc Laporta es musicólogo, sociólogo, psicólogo y experto en mediación de conflictos en diferentes ámbitos de la consultoría social. Actualmente es conferenciante, asesor de UNICEF para África y consultor sobre temas de cooperación internacional y relaciones sociales, además de otras facetas,como escritor, compositor y pianista de música clásica y contemporánea.http://josepmarclaporta.blogspot.cl/
https://twitter.com/jmarclaporta
http://josepmarclaporta.com/
Licencia:
Licencia Creative Commons. Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.0 UK: England & Wales (CC BY-NC-ND 2.0 UK)
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Fuente: Vivir para Vivir
Imagen: Sad people
Del mismo autor:
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