Si tienes un problema, échate a dormir.
No se trata de esconder la cabeza bajo tierra, cual Correcaminos, para que tus problemas desaparezcan mágicamente. No se trata de hacer como si no existieran. En realidad, si lo que quieres es resolver un problema que no parece tener solución, necesitas que tu cerebro despliegue habilidades por su cuenta.
Necesitas dejarlo trabajar a su aire, desconectarte. Y para lograrlo hay que echarse a dormir.
¿Alguna vez te has ido a la cama tratando de resolver un rompecabezas vital, dándole mil vueltas a ese asunto que no te deja darte un descanso? Probablemente a todos nos ha pasado, y cuando llega la mañana, a veces la respuesta ha aparecido en tu mente de forma espontánea, como la inspiración creativa de un escritor.
Ahora disponemos de diversos estudios que confirman que soñar sirve también para alcanzar soluciones más creativas a nuestros problemas y retos diarios.
La primera vez que se planteó la hipótesis de que los sueños suelen originar una forma de pensamiento lateral en el que se trata de resolver un problema planteándolo desde diversas perspectivas nuevas e inusuales fue en la década de 1970.
William Dement, de la Universidad de Stanford, llevó a cabo un estudio con 500 voluntarios a los que presentó una serie de acertijos que requerían de cierto pensamiento lateral y que, además, en principio parecían difíciles, aunque, si se enfocaban desde una perspectiva correcta, su solución era muy evidente.
A 250 voluntarios se les entregaron los acertijos por la mañana a fin de que los resolvieran para esa misma tarde. A los otros 250, se les entregaron por la noche, cuando faltaba poco para que se fueran a dormir, con el propósito de que los entregaran resueltos al día siguiente.
El segundo grupo, que mayormente se vio obligado a consultar el problema con la almohada, obtuvo puntuaciones significativamente superiores a los miembros del primer grupo.
La evidencia de que dormir había sido útil para resolver los acertijos apuntaba claramente a que el cerebro había estado trabajando denodadamente durante las horas de sueño. No es que dormir permitiera descansar más o despertarse más lúcido, sino que la resolución de los problemas se presentaba mediante sueños, como explica Richard Wiseman en su libro Escuela nocturna:
El primer problema consistía en averiguar las letras que seguían a la secuencia U, D, T, C, C… Uno de los participantes dijo que había soñado que iba por una galería de pintura contando los cuadros. Todo estaba en orden, salvo que los lienzos seis y siete habían sido sacados del marco. Se despertó, y cayó en la cuenta de que la secuencia está compuesta por las letras iniciales de las palabras “Uno”, “Dos”, “Tres”, etc., y que las letras siguientes han de ser las iniciales de «Seis» y «Siete».
A partir de aquellos hallazgos, otros investigadores realizaron estudios distintos para comprobar cuál es realmente el poder de soñar a la hora de resultar más creativos e innovadores resolviendo un problema sin aparente solución.
Por ejemplo, Gregory White, del Redding Academic Center de California, quiso averiguar cuál era el factor decisivo para despertar esta inusual creatividad. Se planteó que quizá sucedía porque cuando dormimos estamos muy relajados, así que aisló el factor en un experimento en el que comparaba los resultados de voluntarios que dormían frente a voluntarios que eran sometidos a ejercicios de relajación. De nuevo, los que mejores puntuaciones obtenían eran los que dormían.
Denise Cai, de la Universidad de California en San Diego, demostró que lo importante para resolver un problema no era dormir, sino soñar. Si dormías pero no soñabas, entonces no había mejora perceptible.
A pesar de que no siempre nos acordamos, todas las noches soñamos, pero lo hacemos en distintas fases. Es decir, que hay segmentos del sueño en el que no estamos soñando nada.
En el estudio de Cai quedó patente que los más creativos eran los sujetos a los que se les permitía soñar, mostrando ese rasgo característico que evidencia que acabamos de entrar en la fase de sueño REM (Rapid Eyes Movement), movimiento rápido de ojos bajo los párpados.
Usando una tarea de creatividad llamada Test de Asociaciones Remotas (RAT), a los participantes del estudio se les mostraron múltiples grupos de tres palabras (por ejemplo: galleta, corazón, dieciséis) y se les solicitó que encontraran una cuarta palabra que se pudiera asociar a las tres palabras (dulce, en este caso).
Los participantes fueron evaluados por la mañana y nuevamente por la tarde, después de una siesta con sueño REM, una sin REM y un período de descanso tranquilo.
El estudio también puso de manifiesto otra cosa: cuanto más tiempo soñabas, mayor era la probabilidad de resolver el problema.
Sara Mednick, de la Universidad de California en San Diego, también sugiere que incluso un pequeño sueño de pocos minutos puede tener un impacto significativo en las habilidades creativas de resolución de problemas. El ciclo del sueño es de unos 90 minutos, así que si alguien solo duerme 70 minutos, teóricamente no soñará. Pero basta con que duerma más de 90 para que las habilidades aumenten.
Mark Blagrove, de la Universidad de Swansea en el Reino Unido, y sus colegas han descubierto que la fuerza emocional de las experiencias que tenemos cuando estamos despiertos está relacionada con el contenido de nuestros sueños y la intensidad de las ondas cerebrales de nuestros sueños.
Los investigadores también descubrieron que los eventos que tenían un mayor impacto emocional tenían mayor probabilidad de incorporarse a los sueños. Durante el sueño REM, la actividad eléctrica en el cerebro oscila a una frecuencia entre cuatro y siete hertzios, generando un tipo de onda cerebral conocida como ondas theta.
Al parecer, son las propicias para impulsar el aprendizaje, la memoria y el bienestar emocional. Quizá algún día podamos hackear nuestro cerebro para producirlas artificialmente en nuestro día a día y obtener los beneficios de la creatividad del sueño REM.
No todo pasa por dormir y soñar, evidentemente. Pero una ayuda suplementaria a nivel cognitivo que no podemos soslayar a la hora de enfrentarnos a una encrucijada es lanzarnos a los brazos de Morfeo y poner el piloto automático de nuestro cerebro a fin de que genere, cual escenarios de realidad virtual tipo Matrix, situaciones que nos permitan llegar a soluciones mucho más brillantes o, al menos, originales.
Necesitas dejarlo trabajar a su aire, desconectarte. Y para lograrlo hay que echarse a dormir.
¿Alguna vez te has ido a la cama tratando de resolver un rompecabezas vital, dándole mil vueltas a ese asunto que no te deja darte un descanso? Probablemente a todos nos ha pasado, y cuando llega la mañana, a veces la respuesta ha aparecido en tu mente de forma espontánea, como la inspiración creativa de un escritor.
Ahora disponemos de diversos estudios que confirman que soñar sirve también para alcanzar soluciones más creativas a nuestros problemas y retos diarios.
La primera hipótesis
La primera vez que se planteó la hipótesis de que los sueños suelen originar una forma de pensamiento lateral en el que se trata de resolver un problema planteándolo desde diversas perspectivas nuevas e inusuales fue en la década de 1970.
William Dement, de la Universidad de Stanford, llevó a cabo un estudio con 500 voluntarios a los que presentó una serie de acertijos que requerían de cierto pensamiento lateral y que, además, en principio parecían difíciles, aunque, si se enfocaban desde una perspectiva correcta, su solución era muy evidente.
A 250 voluntarios se les entregaron los acertijos por la mañana a fin de que los resolvieran para esa misma tarde. A los otros 250, se les entregaron por la noche, cuando faltaba poco para que se fueran a dormir, con el propósito de que los entregaran resueltos al día siguiente.
El segundo grupo, que mayormente se vio obligado a consultar el problema con la almohada, obtuvo puntuaciones significativamente superiores a los miembros del primer grupo.
La evidencia de que dormir había sido útil para resolver los acertijos apuntaba claramente a que el cerebro había estado trabajando denodadamente durante las horas de sueño. No es que dormir permitiera descansar más o despertarse más lúcido, sino que la resolución de los problemas se presentaba mediante sueños, como explica Richard Wiseman en su libro Escuela nocturna:
El primer problema consistía en averiguar las letras que seguían a la secuencia U, D, T, C, C… Uno de los participantes dijo que había soñado que iba por una galería de pintura contando los cuadros. Todo estaba en orden, salvo que los lienzos seis y siete habían sido sacados del marco. Se despertó, y cayó en la cuenta de que la secuencia está compuesta por las letras iniciales de las palabras “Uno”, “Dos”, “Tres”, etc., y que las letras siguientes han de ser las iniciales de «Seis» y «Siete».
Más evidencias
A partir de aquellos hallazgos, otros investigadores realizaron estudios distintos para comprobar cuál es realmente el poder de soñar a la hora de resultar más creativos e innovadores resolviendo un problema sin aparente solución.
Por ejemplo, Gregory White, del Redding Academic Center de California, quiso averiguar cuál era el factor decisivo para despertar esta inusual creatividad. Se planteó que quizá sucedía porque cuando dormimos estamos muy relajados, así que aisló el factor en un experimento en el que comparaba los resultados de voluntarios que dormían frente a voluntarios que eran sometidos a ejercicios de relajación. De nuevo, los que mejores puntuaciones obtenían eran los que dormían.
Denise Cai, de la Universidad de California en San Diego, demostró que lo importante para resolver un problema no era dormir, sino soñar. Si dormías pero no soñabas, entonces no había mejora perceptible.
A pesar de que no siempre nos acordamos, todas las noches soñamos, pero lo hacemos en distintas fases. Es decir, que hay segmentos del sueño en el que no estamos soñando nada.
En el estudio de Cai quedó patente que los más creativos eran los sujetos a los que se les permitía soñar, mostrando ese rasgo característico que evidencia que acabamos de entrar en la fase de sueño REM (Rapid Eyes Movement), movimiento rápido de ojos bajo los párpados.
Usando una tarea de creatividad llamada Test de Asociaciones Remotas (RAT), a los participantes del estudio se les mostraron múltiples grupos de tres palabras (por ejemplo: galleta, corazón, dieciséis) y se les solicitó que encontraran una cuarta palabra que se pudiera asociar a las tres palabras (dulce, en este caso).
Los participantes fueron evaluados por la mañana y nuevamente por la tarde, después de una siesta con sueño REM, una sin REM y un período de descanso tranquilo.
El estudio también puso de manifiesto otra cosa: cuanto más tiempo soñabas, mayor era la probabilidad de resolver el problema.
Sara Mednick, de la Universidad de California en San Diego, también sugiere que incluso un pequeño sueño de pocos minutos puede tener un impacto significativo en las habilidades creativas de resolución de problemas. El ciclo del sueño es de unos 90 minutos, así que si alguien solo duerme 70 minutos, teóricamente no soñará. Pero basta con que duerma más de 90 para que las habilidades aumenten.
Mark Blagrove, de la Universidad de Swansea en el Reino Unido, y sus colegas han descubierto que la fuerza emocional de las experiencias que tenemos cuando estamos despiertos está relacionada con el contenido de nuestros sueños y la intensidad de las ondas cerebrales de nuestros sueños.
Los investigadores también descubrieron que los eventos que tenían un mayor impacto emocional tenían mayor probabilidad de incorporarse a los sueños. Durante el sueño REM, la actividad eléctrica en el cerebro oscila a una frecuencia entre cuatro y siete hertzios, generando un tipo de onda cerebral conocida como ondas theta.
Al parecer, son las propicias para impulsar el aprendizaje, la memoria y el bienestar emocional. Quizá algún día podamos hackear nuestro cerebro para producirlas artificialmente en nuestro día a día y obtener los beneficios de la creatividad del sueño REM.
No todo pasa por dormir y soñar, evidentemente. Pero una ayuda suplementaria a nivel cognitivo que no podemos soslayar a la hora de enfrentarnos a una encrucijada es lanzarnos a los brazos de Morfeo y poner el piloto automático de nuestro cerebro a fin de que genere, cual escenarios de realidad virtual tipo Matrix, situaciones que nos permitan llegar a soluciones mucho más brillantes o, al menos, originales.
Por Sergio Parra
22 enero 2019
Editor. En Xataka Ciencia desde hace 10 años
Editor y coordinador de XatakaCiencia. Editor de Diario del Viajero y Papel en Blanco. Redactor en Instituto de la Felicidad de Coca-Cola. También colaboro con @QuoRevista, @Revista_Metode, @LaColumnata, Yorokobu y Jot Down.
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Fuente: Yorokobu
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Del mismo autor:
Sergio Parra:
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